¿Cuándo los gobiernos han hecho alguna medida importante a favor de los trabajadores? En lo que llevamos de monarquía juancarlista, por poner una indicación en el tiempo, ningún gobierno ha hecho nada por los trabajadores y lo que han hecho ha sido a costa de la lucha obrera. En los momentos de crisis económica había que estimular a la patronal regalando dinero y abaratando los contratos de trabajo. En épocas de expansión hay que moderar los salarios porque aumenta la inflación. En 1995 se cifraba en el 3% del PIB de la época -dicho por Pedro Solbes-, las ayudas del Estado a la patronal. Encima, todos los ministros "socialistas", que no estaban ya, han terminado sus días en los consejos de administración de las grandes empresas; Solchaga, Boyer, son ejemplos de ésto.
Pedro Solbes, Ministro de Economía con Zapatero y viejo conocido del gran capital, se ha hecho famoso por las últimas declaraciones sobre la subida de precios y las propinas. Para él la subida de precios viene dada, entre otras cosas, porque los españoles no tienen conciencia del valor del euro y dejan propinas excesivas. Según él "España es uno de los mejores sitios para ser camarero" por las buenas propinas. Esta anécdota, junto a la sugerencia de pasarse al conejo en las Navidades por ser más barato, muestra el carácter de la política económica que ha tenido el ejecutivo de Zapatero. El mismo Solbes que fue Ministro de Economía con Felipe González en la última etapa de gobierno, rebajó los impuestos a las empresas, reformó los contratos aumentando la precariedad -el decretazo y privatizó empresas estatales - Telefónica, Banesto...-
Podríamos preguntarnos: ¿existe una "maldad" intrínseca contra los trabajadores?¿los trabajadores, que todo lo producen, están condenados a ser los parias de la sociedad, como si fuera un castigo divino? En absoluto, todo es fruto del sistema social y económico en el cual vivimos y en la voluntad de los políticos que se llaman de izquierda que se han vendido a la burguesía.
Hay que ser lúcidos, los diputados que se eligen e incluso el Jefe del gobierno y sus Ministros tienen un margen de maniobra muy reducido, ya que ejercen su poder en el marco rígido de este sistema donde la realidad del poder pertenece a los que detentan los capitales. Aunque quisieran escaparse de todo aquello, no podrían. Y de todas maneras no lo desean: porque sean de derecha o de izquierda han escogido asegurar la gestión de la sociedad en función de los intereses de la burguesía, y esto significa imponer a la clase trabajadora todos los sacrificios que permiten que los capitalistas garanticen y aumenten sus beneficios. Los gobiernos ejecutan la política que los capitalistas les imponen, y los únicos que pueden frenar la explotación del mundo del trabajo, -que los poderosos y gobiernos organizan-, son los mismos trabajadores.
Si echamos una mirada a la hemeroteca, todos los Ministros de Economía y Hacienda desde el final de la dictadura, están ligados al gran capital y a sus grandes empresas. Todos están dirigiendo las grandes empresas en sus consejos de administración. Y aquí tampoco hay distinción entre socialistas y derechistas. El último de ellos con el PP, Rodrigo Rato, está ganando 3 millones de euros en un gran banco multinacional y también Carlos Solchaga o Miguel Boyer entre los socialistas. La frase que escribieron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista hace 160 años no ha dejado de ser actual: "el poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa".
Con el sistema político actual no será posible un cambio que termine con la explotación del trabajo y la dictadura de la burguesía financiera española. Aunque un gobierno de verdadera izquierda fuera elegido en votaciones, el propio sistema legal, judicial, y político frenaría las medidas radicales en pro de los trabajadores y sólo sería posible realizar medidas a favor del trabajo, con una movilización popular y obrera que impidiera la reacción burguesa. Y el enfrentamiento sería inevitable.
Pero esto no significa que no podamos dar la batalla en las instituciones del Estado. No podemos dejar el terreno político en sus manos. Sería muy útil para avanzar en los intereses de los trabajadores que hubiera una voz obrera en el Parlamento, que pudiera tomar la palabra, alzar la voz y actuar de portavoz de los trabajadores. Sería un altavoz de gran ayuda en la propagación de estas ideas y además sería una manifestación más de los sectores populares que no aceptamos la dictadura de los 4000 burgueses que dominan la economía.
Sólo la clase trabajadora tiene la fuerza social para cambiar la vida y la sociedad
En los más de doscientos años de su existencia, la clase trabajadora ha demostrado su fuerza, su organización y su lucha en condiciones bien difíciles. En sus comienzos, como en su desarrollo, el movimiento obrero ha mostrado su carácter revolucionario y con sus victorias y a pesar de sus derrotas ha mostrado que es la única fuerza social capaz de transformar la sociedad en beneficio de la humanidad. Triunfos como la revolución rusa de 1917 supuso por primera vez en la historia de la humanidad la conquista del poder por los trabajadores, los campesinos, por los pobres y el embrión de una sociedad sin explotadores ni explotados, con los medios de producción colectivos. Y a pesar de la degeneración de la revolución social y la dictadura estalinista, su derrumbe ha supuesto una hecatombe económica y social para los trabajadores y los pueblos de la antigua Unión Soviética.
La clase trabajadora ya ha demostrado multitud de veces en este país su fuerza. La gesta heroica de los trabajadores y campesinos españoles en 1936 y su revolución social traicionada por la mayoría de la izquierda, muestran la capacidad de organizar la sociedad sin amos ni explotadores. Harían falta muchas páginas para evocar lo que ocurrió en los años 36 a 39, cuando la clase obrera y el campesinado se levantaron contra el golpe de Estado de Franco, iniciando una lucha revolucionaria. Conocemos como evolucionó esta lucha. Después de ser traicionados por los partidos del campo republicano, los obreros y los campesinos fueron vencidos por las tropas franquistas.
Y a pesar de la terrible derrota a manos del franquismo, de la explotación social de los 40 años de dictadura, la clase trabajadora española supo reconstruir sus organizaciones obreras. El nacimiento de Comisiones Obreras en los años 60 del pasado siglo a partir de comisiones elegidas en los pozos mineros de Asturias y después generalizada esta experiencia en los tajos, talleres y asambleas de empresa por toda España, demostró como generaciones obreras con una voluntad militante fueron capaces de ir erosionando la dictadura. Cuando vino el momento de la Transición estallaban huelgas y luchas obreras por todo el país. Las huelgas organizadas en estos años doblegaron a la patronal de tal manera, que en 1978 los salarios eran el 55% de la riqueza producida en España, ¡cuando en 2007 es del 46,5%! Desgraciadamente una vez más, los partidos que se reivindicaban de la izquierda y del movimiento obrero no encauzaron estas luchas hacia la defensa de los intereses del mundo del trabajo. Querían estos políticos, que decían representar al pueblo trabajador, una Transición que preservara los intereses de la burguesía y de la gran patronal para mantener sus puestos y sillones en el Estado. La izquierda, el PSOE y el PCE, fue tan pusilánime que se conformaron con el régimen monárquico impuesto por Franco y así jugar su papel dentro del régimen.
En 1977 el Partido Comunista y el PSOE, con las organizaciones sindicales que dirigían, pactaron con la derecha, con la justificación de la democracia, pagar a la burguesía sus beneficios perdiendo los trabajadores poder adquisitivo en los salarios y derechos sociales. Los pactos de la Moncloa fueron ejemplo de ello. Después vino la reconversión industrial del "socialista" Felipe González, la privatización de las empresas estatales, el salvamento de los bancos en crisis con dinero público y los 3 millones de parados, los contratos basura, la precariedad. Y a pesar de ser vendida a la derecha por Santiago Carrillo y Felipe González, la clase trabajadora reaccionó en 1988 con la huelga general del 14 de diciembre. Mostrando su fuerza el país entero quedó parado, como nunca se había visto en las últimas décadas.
Los trabajadores tienen que organizarse para defender sus intereses
A pesar de todos los que afirman que la lucha de clases ya no existe, la vida cotidiana del mundo del trabajo demuestra que perdura. La patronal presiona de modo constante a la clase obrera para sacar más beneficios. Los gobiernos legalizan todos los aspectos de esta explotación cambiando las leyes laborales. Los sucesivos gobiernos tanto de derecha como socialistas han reformado el Estatuto de los Trabajadores, los tipos de contratación, liberalizado la subcontratación. Pero son muchas las reacciones de los obreros, de los empleados, de los que trabajan en los servicios públicos. En enero de este año terminó la huelga de los trabajadores de la limpieza del metro de Madrid. Estaban luchando para que todos tuvieran las mismas condiciones laborales pues dependiendo de las zonas y de las estaciones así cobraban, sin llegar siquiera a 800 € muchos de ellos. En las Navidades pasadas los sindicatos amenazaron con la huelga en el comercio sevillano. Cientos de trabajadores de este sector tienen contratos basura, muchos trabajan en negro y el salario es de 750 € al mes. Estas reacciones, estas luchas, desgraciadamente quedan casi siempre aisladas. La responsabilidad de esta situación incumbe en gran parte a la política de los sindicatos obreros.
La organización sindical de los trabajadores es una necesidad. Luchando por la defensa de sus intereses inmediatos, los trabajadores que se organizan en los sindicatos muestran que saben que los despidos, el paro, la inseguridad en el trabajo, la precariedad, los salarios insuficientes, las pensiones bajas, no son inevitables. La patronal y los gobiernos escogen esta política y la imponen a la sociedad entera.
Pero uno de los problemas más importantes, es que las direcciones de los sindicatos no proponen a los trabajadores una política de clase de todos los trabajadores para contrarrestar los ataques e imponer reivindicaciones prioritarias conjuntas a toda la clase trabajadora. Esto es porque no conciben una táctica que apunte a unificar las luchas. No tienen un plan para hacer converger las luchas e imponer una relación de fuerzas más a favor del conjunto de la clase trabajadora. Esta política de conjunto es la única que puede dar frutos pues es en la unidad obrera y en la lucha conjunta dónde los trabajadores tienen las de ganar. Las huelgas generales realizadas lo demuestran.
En cada sector de la producción hay una o varias empresas grandes donde normalmente los trabajadores están organizados sindicalmente. Pero alrededor, el sector vive una atomización y subcontratación donde la precariedad es norma y las condiciones de trabajo son detestables. Por ejemplo en el sector del transporte público en Sevilla está Tussam, empresa municipal con unos 1400 trabajadores y condiciones de trabajo y salarios altos para como está el sector. Sin embargo alrededor existen empresas que dentro del consorcio del transporte metropolitano pagan miserias de salarios y se trabaja hasta 10 horas. Si los trabajadores no organizan sus estrategias para unificar las luchas y negociar condiciones iguales para todos, la división y desmoralización de los trabajadores hará que hagan la competencia entre sí para entrar en las empresas más potentes y al final cuando la situación sea propicia a la patronal, las condiciones de trabajo y de salario se deteriorarán en las empresas fuertes, cuando no se privatizarán.
Al contrario, hemos visto circunstancias en las que deliberadamente desanimaban a los trabajadores más combativos en lugar de apoyarse en su fuerza para animar a los otros. En la mayoría de los casos viene dado por los sindicatos mayoritarios. En la última huelga de Tussam el papel de las federaciones de UGT y CCOO, pactando con la patronal del sector, obligó a los trabajadores de Tussam a realizar una huelga para respetar su convenio y crear puestos de trabajo. Y si la combatividad de los trabajadores no la organizamos y extendemos al sector al final siempre se pierde. Esto, en el fondo, proviene del papel que juegan los sindicatos en la sociedad capitalista: los sindicatos sirven de intermediario entre la patronal y los gobiernos por un lado y, por otro lado, los trabajadores. Un intermediario cuyo papel es, al final, el de evitar que las luchas desborden y amenacen a la burguesía y para ello se financian con subvenciones del Estado, se compran delegados, horas sindicales, liberados etc.
Una de las consecuencias negativas de la política llevada a cabo por las cúpulas sindicales de los sindicatos mayoritarios, y por muchos de sus responsables, es que aleja a los trabajadores de la vida sindical y les incita a abandonar los sindicatos.
Sin embargo, cuando los trabajadores se organizan y luchan aparece la realidad con toda su fuerza. Dos ejemplos: en mayo de 2007 una huelga en Tussam se ha saldado con una victoria al doblegar a la Dirección y al Ayuntamiento de izquierdas a contratar a 50 trabajadores más. En septiembre los ex mineros de Boliden de Aznalcollar después de más de un mes de encierro en la catedral hispalense y de movilizaciones han conseguido hacer cumplir a la Junta de Andalucía los acuerdos firmados años antes que exigían un trabajo estable y digno después del cierre de la empresa minera. La lucha de Delphi en Puerto Real, Cádiz o los Astilleros, SEAT etc., demuestran que la fuerza colectiva de los trabajadores cuando se ejerce es temible para la burguesía. Es verdad también que el sendero del movimiento obrero está jalonado de derrotas. Pero incluso de éstas se aprende para la siguiente lucha, pues sólo el trabajo produce riqueza y la burguesía no puede sobrevivir y obtener su beneficio si no es explotando la fuerza de trabajo obrera.
Por eso a pesar de las derrotas obreras y de las pequeñas victorias, la clase trabajadora no puede hacer otra cosa que luchar y exigir sus reivindicaciones y extender poco a poco la unión obrera. Con esta unión y extensión de las luchas los trabajadores no tienen otra salida más que hacer saltar por los aires todo el edificio social del capitalismo. Los trabajadores no tienen otro interés, que el interés del pueblo, pues son la mayoría de la sociedad y los que sostienen colectivamente a ésta, y tampoco tienen el interés de ser nuevos opresores, pues ya la sociedad capitalista se ha encargado de socializar, de colectivizar internacionalmente la producción de los bienes necesarios para vivir y sólo sobran, para el progreso de la humanidad, los amos del capital pues éste es un producto colectivo del trabajo humano.
¿por qué es necesario construir un partido comunista revolucionario?
La lucha sindical es necesaria y vital para los intereses inmediatos de los trabajadores, tanto en la lucha económica como social, en el ámbito de la empresa, del sector y de todo el sistema productivo. Pero las luchas sindicales se topan con unos límites: los que marcan el aparato de Estado y la organización política de la sociedad. El Estado es el aparato jurídico, político y policíaco-militar que mantiene y estabiliza el orden social. Sea la forma de Estado monárquica o republicana. En nuestra época es el orden social capitalista lo que mantienen. Esté gobernado por los socialistas, por la derecha o por IU, el Estado y su máquina burocrática defienden, incluso si respeta derechos y libertades de los trabajadores, la propiedad privada burguesa institucionalizada en sus leyes.
Los trabajadores luchando por sus derechos en la fábrica, o en la empresa con la actividad sindical, están limitados a la negociación con la patronal. Cuando una empresa no llega a un acuerdo con los trabajadores, la patronal va a utilizar el aparato de Estado y sus instituciones para doblegar a los trabajadores. Claramente se ve este problema en nuestro país con las luchas obreras. Con el cierre de Delphi en Puerto Real se puso en evidencia la carencia de un partido comunista revolucionario que en el terreno político defendiera en las instituciones del Estado medidas contra el abuso de las multinacionales. Medidas como la expropiación de la empresa y de su capital, incluso la persecución de sus consejeros y directivos, sus cuentas y propiedades. La apertura de su contabilidad y su control por los trabajadores, para poder estudiar sus finanzas, los blanqueos de dinero, sus ocultamientos etc.; o impedir que las subvenciones se las lleven la patronal en vez de que la administración invirtiera directamente en puestos de trabajo. Estas medidas necesitan de una organización política que las defienda en el parlamento como primeros pasos para impedir el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores.
En Sevilla con los trabajadores de Tussam y su última huelga que terminó con un acuerdo positivo de los trabajadores, se ve también esta carencia; en este caso la situación es peor, pues los dueños de la empresa es el Ayuntamiento y éste está gobernado por PSOE e IU. Hay un despedido, no se cumplen los acuerdos y la Dirección con el apoyo de los concejales socialistas y de IU están provocando y atacando a los trabajadores para, entre otros objetivos, intentar no cumplir con los acuerdos. Ante esta situación, ¿qué hacer? Se ataca al PSOE e IU denunciando su traición aprovechando las elecciones: bien, se puede hacer. Se organizan movilizaciones y huelgas, también. Pero es evidente que si tenemos éxito y la denuncia hace sangre y la gente no vota a esa seudo izquierda, ¿será mejor el PP? No. En el mejor caso igual. Otros compañeros de Tussam piensan que ésto lleva a una trampa y que con esta historia del miedo a la derecha siempre estamos igual. Por eso, razón de más, necesitamos una organización obrera que defienda los intereses de clase en el terreno político y no dejarlo a esa izquierda que hace lo mismo que la derecha.
La clase trabajadora necesita ese partido para defenderse políticamente e incluso para que imponga medidas urgentes o inmediatas como las que defendemos en el caso de cierres de empresas y despidos como en Delphi. Pero también para luchar por el derrocamiento del capitalismo y la construcción de una sociedad comunista. Por eso la clase trabajadora se dotó de organizaciones políticas, los partidos socialistas, y después los comunistas, para intervenir contra la burguesía en todos sus terrenos y fundamentalmente intervenir en el terreno del poder político del Estado y sus instituciones. Las luchas de empresa, aunque se generalicen en huelgas generales, necesitan de una organización política que ayude a imponer sus intereses. La lucha económica y sindical por mejorar las condiciones de vida del trabajador hay que continuarla con la lucha por una sociedad comunista, donde se destruya el aparato de Estado de la burguesía para construir uno propio de la clase trabajadora que impida a la reacción volver a imponer el capitalismo. Toda lucha obrera es una lucha política porque se arbitra, en el fondo, la dominación de clase y su fin histórico es la emancipación de los trabajadores y el derrocamiento de la burguesía y de su Estado, el poder político de la burguesía.
Así, en el siglo XIX, después del nacimiento de los sindicatos en Gran Bretaña, las Trade Unions, la clase obrera se organizó por primera vez políticamente en el Cartismo para reivindicar derechos políticos y sociales. Tal es la necesidad de una organización específicamente política que combata y prepare la revolución social, que los anarquistas españoles vieron la necesidad de crear esta organización de revolucionarios, la FAI (Federación Anarquista Ibérica) distinta a la CNT, en los años 20.
Desgraciadamente tanto los partidos socialistas, como después los comunistas con la estalinización, fueron abandonando su carácter revolucionario y convirtiéndose en partidos electoralistas y reformistas que se integraron en el sistema capitalista, tirando por la borda las ideas y el programa comunista. Tanto es así que ya han perdido la militancia en las empresas y en la sociedad, para convertirse en organizaciones de afiliados cuyos únicos "militantes" son aquellos politiqueros que viven para conseguir un sillón o escaño en los ayuntamientos y parlamentos.
En España, los militantes de Voz Obrera intentamos construir ese partido obrero revolucionario de militantes que trabajen defendiendo las ideas comunistas en las empresas y la sociedad, recogiendo la herencia abandonada por el PSOE y PC. Es una tarea colosal, pero una necesidad real. Seguro que este partido no saldrá sólo de nosotros. Pero tenemos claro que nuestra tarea es construirlo en la clase trabajadora, en las empresas con militantes que luchen honesta y conscientemente por estas ideas.