Lutte ouvrière en el movimiento trotskista

Textos del mensual Lutte de classe - Julio-Agosto de 2022
Julio-Agosto de 2022

Este artículo recoge extractos de las intervenciones que hicimos el 28 de mayo en nuestra fiesta anual, en un foro que dedicamos a la política de Lutte ouvrière en el movimiento trotskista. Este foro se organizó en lugar del debate tradicional con el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), después de que éste se negara a participar.

El NPA, el voto Macron, Mélenchon, y la Nupes (Nueva unión popular ecologista y social)

Acerca de la situación política en Francia, quiero empezar por la posición que tomó el NPA para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de este año. Tras haber dicho primeramente, en la noche de la primera vuelta, que ningún voto tenía que ir a Le Pen, criticando vagamente “la política liberal de Macron”, dejaron muy pronto de hablar de Macron para repetir que era “vital que la extrema derecha fuese vencida”. Lo cual representa, sin decirlo claramente, un llamamiento a votar a Macron.

Muchos trabajadores han preferido abstenerse en vez de elegir entre la peste y el cólera. Otros trabajadores, que desafortunadamente han sido muchos, están desorientados hasta tal punto que han votado a Le Pen, para echar a Macron. Aparecer como prefiriendo a Macron equivale a aislarse de estos mismos trabajadores. Había una lucha política por llevar, con discusiones que tener con muchos trabajadores, y no era para convencerlos de apoyar a Macron, que consideraban como un enemigo, o hasta su peor enemigo, sino para convencerlos de que la política llevada por Macron no sólo iba vinculada a su personalidad, sino a las exigencias que le presentaba la burguesía al que gestionaba sus negocios, y lo exigiría a cualquiera que pretendiera ocupar este puesto, independientemente de su etiqueta política.

Después de apoyar a Macron, la dirección del NPA se han embarcado en discusiones con la Unión popular de Mélenchon. El objetivo era, según el NPA, desembocar en la “unidad de acción en la calle y en las urnas”, formula que los compañeros del NPA suelen usar, para justificar esta vez un acuerdo electoral con la izquierda reformista. Mélenchon viene del Partido Socialista (PS), él mismo se reivindica de Mitterrand. Fue ministro en un gobierno dirigido por Jospin, entre 2000 y 2002, bajo la presidencia de Chirac (uno de los viejos líderes de la derecha en Francia). Es este político burgués, de izquierda reformista, el que el NPA presenta como “encarnando un reformismo renovado”, con un “posicionamiento más radical del que representaba el PS desde 1983”. No es muy exigente quien ve un radicalismo renovado en Mélenchon y su proposición de SMI a 1.500 euros.

En su declaración del consejo político nacional del 5 de mayo, el NPA comentaba su objetivo y la manera en la que estas discusiones evolucionaron: “Deseamos que una mayoría de izquierda de ruptura, o por lo menos el mayor número posible de diputados, pueda existir en la Asamblea (la Asamblea Nacional, cámara baja del Parlamento francés) […] Una dinámica de unión seria una señal positiva hacia el movimiento social y las luchas, volviendo a dar confianza en los oprimidos y los explotados. […] A nivel de programa, hemos escrito un texto.” Añaden que no estaban listos para apoyar el gobierno, “con Mélenchon primer ministro”. Luego Melenchon cerró el acuerdo con los Verdes, y sobre todo con el PS.

Este acuerdo con el PS, el NPA lo ha visto como un “punto de inflexión”. Como si el pacto de LFI (Francia Insumisa, el partido de Mélenchon) con el PS fuese una sorpresa, una traición. Como si no fueran estos partidos, PS, Verdes, y sus redes, que Mélenchon quisiera poner detrás de él, el NPA siendo la quinta rueda.

Siempre en este texto, lejos de los temas de programa, el NPA se queja de que los de Mélenchon no le hayan propuesto más que cinco circunscripciones, “de las que no podrían sacar ningún diputado elegido”. Visto que el PS ha obtenido tres veces más circunscripciones respecto a su peso electoral a las últimas elecciones, y que el NPA se hubiera llevado tres veces menos de lo que representa, estos compañeros han concluido que “la Union popular ha deseado una participación del NPA a la Nupes pero sin posibilidad de existencia real en su seno”.

Para sencillamente decirlo, Mélenchon quiso adjuntar la etiqueta NPA, pegar un poco de rojo en la fachada de la unión de la izquierda, sin concederle nada al NPA. Pues, ¡es exactamente lo que va a pasar! De hecho, sin rencor, el NPA apoyará de forma militante a los “candidatos de izquierda de ruptura”, como dijo su portavoz Philippe Poutou en una rueda de prensa del 25 de mayo. O sea, haciendo su campaña, sin siquiera participar en la Nupes. “Lo hacemos dentro del marco de la campaña, sin participar al acuerdo”, dijo Poutou.

Estos compañeros pretenden que este acuerdo electoral, que deseaban, fuera para alentar las luchas. ¿Cómo podría serlo, cuando Mélenchon declaraba que votándole a él se iba a ahorrar kilómetros de manifestaciones? Desarrollar ilusiones en esta izquierda vagamente reformista: ¿cómo puede ser un estímulo a las luchas? En cualquier caso, lo que quiere Mélenchon es que no sea así, y lo dice claro.

¡Y si las luchas se desarrollaran, estas ilusiones pueden llevar consecuencias aun más dramáticas! Pues políticos como Mélenchon intentarán descarriar o traicionar estas luchas.

Recordemos que, cuando los trabajadores en Francia se pusieron en huelga, con ocupación de fábricas, en mayo-junio de 1936, los líderes sindicales, los líderes del Partido Comunista (PC) y del PS, han conseguido convencer a los trabajadores de que había que saber terminar una huelga (expresión empleada por Maurice Thorez, el líder del PC, para pedir a los obreros que dejasen la huelga) y dejar tiempo al gobierno de Frente Popular de Blum de hacer el resto. El resto nunca ha ocurrido, pues Blum hizo como si descubriese el “muro del dinero”. Las ilusiones hacia la izquierda de esta época desarmaron los trabajadores frente a la contraofensiva patronal, la que vino muy pronto después. ¡Pues los patronos, ellos, no abandonan nunca!

Recordemos que las traiciones de la izquierda en el poder, desde las de Mitterrand, de Jospin, y la más reciente con Hollande (ex-presidentes socialistas, que habían sido elegidos con el apoyo del resto de la izquierda) han tenido un papel decisivo en el retroceso de la conciencia política de los trabajadores, desmoralizando a sus militantes. No sabemos si la operación política de Mélenchon será suficiente como para borrar años de traiciones, y resucitar las ilusiones en la unión de la izquierda. Pero la dirección del NPA considera que no hay nada más urgente que contribuir a ello. Esto no puede sino preparar las traiciones de mañana. ¡Traiciones que tendrán consecuencias aún más dramáticas cuando haya luchas!

En realidad, a la dirección del NPA le hace falta encontrar excusas teóricas para un oportunismo que ha tenido siempre el mismo fundamento: estar a la búsqueda de un movimiento que funcione, que tenga éxito, para unirse a ello. O para decirlo de forma más sencilla, se trata de buscar una locomotora a la que enganchar sus vagones, lo que les ha llevado a seguir la izquierda reformista, aquí en Francia.

Este planteamiento quedó muy claro en el artículo titulado “el advenimiento de una nueva izquierda” en la revista L’Anticapitaliste del mes de mayo. El autor escribe, refiriéndose al NPA: “Nuestra actividad se resume a menudo en propaganda y participación – a veces incluso desde fuera – a los combates sindicales”. Y de concluir: “Necesitamos un choque para re-conectarnos a las preocupaciones y modos de acción reales de las clases populares.” Más adelante en el artículo, aprendemos el sentido de aquel choque: “En el distrito 20 de París por ejemplo, intentamos integrarnos a la campaña de Danièle Simmonet [una de las principales figuras de LFI], que combina momentos de debate colectivo con un trabajo sistemático para ir al encuentro de los habitantes de este barrio muy popular, con difusión de panfletos a la salida de las escuelas y puerta-a-puerta.”

Ahora bien, este “trabajo sistemático” nuestros compañeros lo conocen, y lo hacen para defender las ideas revolucionarias. No sé si es más fácil presentarse ante los trabajadores en puerta-a-puerta con la etiqueta “Nueva unión popular”, pero no queremos mentirles, comportarnos como mercaderes de ilusiones. Al revés, denunciamos a los mercaderes de ilusiones.

En este mismo artículo, el autor escribe que el NPA presentará listas alternativas en unas diez circunscripciones de Francia (de un total de 577, cada circunscripción corresponde a un cargo de diputado), en particular contra candidatos del PS, de los Verdes, o de LREM (el partido de Macron). Pero, explica el autor, “tenemos que evitar el escollo de construir listas que tendrían como meta denunciar a los reformistas”. Por ello, dando solo un ejemplo, el NPA ha decidido no presentarse en contra de un candidato Verde, Julien Bayou, en la 10a circunscripción de París. En un comunicado, el NPA explica: “No estábamos en capacidad de fomentar una candidatura unitaria alternativa, ninguna fuerza que se destaque de la Nupes contra la candidatura de Bayou.” Y prosiguen “nuestra candidatura no habría tenido más que un impacto irrisorio, teniendo en cuenta que la Nupes rodea el 50% de los votos en aquella circunscripción.”.

Pues nosotros, ¡todo lo contrario! Lutte ouvrière presentó candidatos frente a Bayou, a Simmonet, a los reformistas, para denunciar las mentiras delante de los trabajadores, para desenmascarar a estos vendedores de ilusiones. Frente a Simmonet en el distrito 20 de París, Arnaud Charvillat, cartero en La Poste en este mismo barrio, es candidato y hará campaña incluso sabiendo que su resultado electoral será tal vez irrisorio, según los criterios del NPA. Pensamos que lo esencial es dirigirse directamente a los trabajadores, con un lenguaje de comunistas revolucionarios, ¡y no el de reformistas con un poco de tinta roja! El objetivo de tal campaña es preparar el porvenir y permitir que quienes, hoy ya, se pueden reconocer, aun minoritarios, en este programa, estas ideas, lo expresen. Es fortalecerles, y decirles que tienen razón de pensarlo, que tienen que ser orgullosos de su confianza en las luchas de la clase obrera, y solo en estas luchas, para cambiar la sociedad.

El NPA y la guerra en Ucrania

Los compañeros del NPA muestran el mismo oportunismo hacia los nacionalistas ucranianos que mencioné hacia la unión de la izquierda. Desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, la posición del Secretariado Unificado, corriente internacional a la que pertenece el NPA, ha sido la de exigir la entrega de armas a Ucrania y reclamar sanciones contra Rusia. "En solidaridad con la resistencia ucraniana", explican.

La invasión de Ucrania fue espeluznante y horrorosa, había que condenar, denunciar, los métodos de terror de Putin y su total desprecio por las poblaciones ucraniana y rusa, que se vieron sumidas en una guerra fratricida. Pero que militantes que se autodenominan revolucionarios, algunos de ellos trotskistas, exijan "armas para Ucrania", sin distinguir entre los intereses sociales opuestos, ¡es chocante! Son capaces de hablar de la lucha de clases en sus textos, y al mismo tiempo consideran que ya no juega un papel en Ucrania con la invasión rusa. ¡Se convierten en partidarios de la unidad nacional contra los rusos!

Para ellos, la guerra entre Ucrania y Rusia es una guerra de liberación nacional entre un pequeño país y una gran potencia. El hecho de que Ucrania esté apoyada por el imperialismo estadounidense no cuenta. Y aquí, desde hace varias semanas, podemos ver cómo Biden no escatima en las entregas de armas, que ascienden a decenas de miles de millones de dólares. Y cuando tenemos en cuenta el papel del imperialismo norteamericano, su política desde la disolución de la URSS, que consiste en aumentar la presión militar sobre Rusia, llevando a cabo una política de cerco a través de la OTAN, que ha integrado cada vez a más países de Europa del Este... Cuando tenemos en cuenta todo eso, entendemos que ésta es una guerra imperialista, una guerra en la que el imperialismo está a la ofensiva. Si perdemos esto de vista, nos encontramos en el campo del imperialismo.

En una declaración hecha el 7 de abril por el Movimiento Socialista Ruso y el Movimiento Social de Ucrania, vinculados a la Cuarta Internacional, leemos: "Es muy ingenuo pedir la desmilitarización de Europa del Este [es decir, su salida de la OTAN] porque, a la luz de las circunstancias actuales, esto haría que los países de Europa del Este fueran vulnerables a la agresión de Putin". Así, este texto, publicado en L'Anticapitaliste, alaba los méritos de la OTAN como escudo protector contra Putin.

Por nuestra parte, somos totalmente incapaces, desde la distancia y sin una presencia militante en este país, de proponer a los trabajadores de Ucrania una política que corresponda a sus intereses. Esa no es nuestra pretensión. Lo que sí es seguro es que no consistiría en alinearse detrás del gobierno de Zelensky, en nombre de la resistencia a la invasión.

Los activistas que se preocupan por expresar los intereses de los trabajadores no olvidan nunca que la clase obrera en cualquier circunstancia debe tener una política independiente. Tratarían de demostrar que Zelensky es el representante de los oligarcas, de los burgueses ucranianos, de las capas sociales que explotan y oprimen a los trabajadores.

Una política internacionalista, opuesta a la de los nacionalistas, consistiría en a los soldados rusos, para intentar desprenderles de Putin y de los generales que organizan esta guerra fratricida, apoyándose en los múltiples vínculos personales, familiares, económicos y culturales que aún unen a rusos y ucranianos. No se encuentra ni una sola palabra al respecto en los textos de la Cuarta Internacional, que no escatiman en utilizar la palabra "solidaridad", ¡pero sólo cuando se trata de apoyar a los nacionalistas!

Aquí, en Francia, hacia la izquierda, o en Ucrania, con los nacionalistas, es el mismo oportunismo, el mismo seguidismo y la misma incapacidad de pensar en crear organizaciones que propongan una política independiente al proletariado.

La corriente comunista revolucionaria fundada por Marx y Engels

Nos reivindicamos como parte de esta corriente comunista revolucionaria que existe desde Marx.

Los primeros años del siglo XIX fueron una época de agitación. Gran Bretaña estaba en plena revolución industrial. Y la Revolución Francesa había sacudido a toda Europa. Marx y Engels eran intelectuales radicales y progresistas, "jacobinos ardientes", como decía Engels, que querían que la Alemania feudal en la que vivían entrara por fin en el mundo de las naciones modernas.

Y en este caldero europeo aportaron una visión del mundo totalmente revolucionaria, descubriendo que todos estos acontecimientos que cambiaban la vida eran el resultado de la lucha de clases entre la nobleza, la burguesía y la clase obrera. Porque Marx y Engels comprendieron que en medio de la masa informe de los desheredados surgía una nueva clase social, inconsciente de sí misma, pero con reflejos originales propios. Con sus primeras huelgas, sus primeros sindicatos, esta clase inventaba nuevas organizaciones colectivas. Marx y Engels la pusieron en el centro, al entender su papel histórico de ser la única clase capaz de derrocar a la burguesía.

Los comunistas anteriores a Marx habían imaginado sociedades ideales fuera de su cerebro, sin ninguna base en la realidad, utópicas. Pero es la clase obrera, luchando por su emancipación, la que derrocará al capitalismo expropiando a la burguesía. Creará una nueva organización social, basada en la colectivización de los medios de producción. La clase obrera se convirtió en la clase más moderna, armada con las ideas más avanzadas, las del socialismo científico. El movimiento obrero desarrolló organizaciones de todo tipo y tendencia. A través de la Primera Internacional creada por los obreros británicos y franceses, Marx intentó unificarlos. Su teoría podía dar a todos el mismo enemigo, la burguesía, y el mismo programa revolucionario, dando la conciencia de pertenecer a la misma clase social.

Luego, hizo falta organizar esta clase social y cultivarla. Fue en Alemania donde la clase obrera mostró el camino, con la socialdemocracia alemana. El desarrollo industrial de Alemania se había acelerado. Y la clase obrera crecía. La fusión de la organización de los marxistas con la fundada por el activista alemán Ferdinand Lassalle creó el Partido Socialdemócrata Alemán. Ya no era la época de las conspiraciones de unos pocos revolucionarios que actuaban en lugar del pueblo, sino que era necesario, mediante un trabajo meticuloso, ganar al proletariado hombre por hombre. Fue un inmenso y paciente trabajo de organización y agitación en todo el país. Y también el uso revolucionario del sufragio universal. El gobierno de Bismarck, introduciendo leyes anti socialistas, había prohibido la propaganda del partido y encarcelado a sus militantes. Pero la candidatura en las elecciones era posible. A pesar de la represión, millones de proletarios alemanes votaron a la socialdemocracia, enviando cada vez más diputados al parlamento, que se convirtió en una plataforma para el movimiento socialista.

Este trabajo dio sus frutos. La socialdemocracia tenía decenas de periódicos en toda Alemania, miles de asociaciones culturales y deportivas, creadas inicialmente para frustrar la represión. Y a través de los sindicatos, que los militantes socialistas habían creado, organizó a la mayoría de la clase obrera. Era una fuerza que desafiaba a Bismarck, casi un estado dentro de un estado. La clase obrera había encontrado la herramienta organizativa que le permitía, aunque era una gran clase sin posición en la sociedad, enfrentarse a la burguesía. Y en 1889, junto con otros partidos socialistas de la época, el Partido Socialdemócrata Alemán estaba en una posición fuerte para fundar la Segunda Internacional.

La socialdemocracia como dirección mundial de la clase obrera revolucionaria se hundió ante la prueba más importante a la que tuvo que enfrentarse, la guerra. En 1914, la dirección del partido se puso del lado de su burguesía, abandonando por completo el internacionalismo obrero. Fue un cataclismo. La revolucionaria alemana Rosa Luxemburg calificó a la Segunda Internacional de "cadáver apestoso". La realidad de la guerra superó la propaganda chovinista de la burguesía. Y en 1918 estalló la revolución obrera en Alemania. Pero la fracción de la socialdemocracia que había terminado por disputar la guerra había dejado a la clase obrera sin preparación para la revolución que estalló. En cuanto a la fracción que se había pasado al bando burgués con armas y bagajes, asumió la tarea de la represión sin más.

¡Pero estuvieron los bolcheviques! Lenin levantó la bandera que la socialdemocracia había dejado caer. Rusia era un país atrasado, en el que la servidumbre acababa de ser abolida y en el que la clase obrera sólo representaba una ínfima minoría, isla en un mar de campesinos pobres. La juventud intelectual, en rebelión contra la burocracia zarista de mentalidad estrecha y policial, lo había intentado todo (despertar a los muzhiks en el campo, terrorismo individual). Finalmente, se inclinaron por las ideas marxistas. Aunque la clase obrera fuera muy minoritaria, sólo ella era capaz, si tomara conciencia de sus intereses, de una cohesión de la que nunca sería capaz el campesinado. Y esto convertiría al proletariado en una fuerza que podría arrastrar al campesinado para derrocar al zarismo y a la burguesía.

Para organizar a esta clase obrera, Lenin desarrolló el concepto de un partido de “militantes profesionales”, cuyo trabajo era organizar y cultivar a los trabajadores en todas partes, en estrecha relación con la dirección del partido. Inicialmente, en la mente de Lenin, tal organización centralizada con miembros seleccionados fue impuesta por las condiciones específicas de Rusia. La historia demostraría que este tipo de partido permitiría a la clase obrera tomar el poder.

En la época de la Primera Guerra Mundial, sólo el Partido Bolchevique no había caído en el chovinismo. A partir de febrero de 1917, en la revolución rusa, desempeñó un papel destacado. De ser un grupo reducido a unos pocos militantes por la guerra, se transformó en un gigantesco partido en sintonía con las masas explotadas. La clase obrera asumió la dirección de la sociedad tras derrotar al zarismo y expulsar a los burgueses refractarios.

Este acontecimiento tuvo un eco mundial. Una ola revolucionaria recorrió Europa y los comunistas rusos dominaron el movimiento obrero revolucionario. Fundaron la Internacional Comunista, o Tercera Internacional, el partido mundial de esta revolución que se enfrentó a todas las burguesías del mundo, amenazando como nunca antes el orden establecido de la burguesía.

El estalinismo rompió la continuidad de la corriente comunista

Pero la ola revolucionaria disminuyó en todos los países. En la URSS, la revolución se había mantenido. Pero el país fue destruido por la guerra mundial y la guerra civil. La clase obrera lo había dado todo para derrotar a los ejércitos contrarrevolucionarios. Salía aplastado. En este país económicamente atrasado, el aislamiento fue el terreno en el que se desarrolló una burocracia soviética que puso sus manos en las ganancias de la revolución.

Pero muerto Lenin, quedaba Trotsky, que levantó la bandera de la lucha contra esta burocracia, arrastrando a miles de militantes. Se trata de la Oposición de Izquierda, de la que sólo se sabe mucho desde que se abrieron los archivos del Partido Comunista de la Unión Soviética tras la caída de la URSS.

Para esta Oposición, no se trataba de crear un nuevo partido que sustituyera al que había hecho la revolución rusa, el partido de Lenin y Trotsky. Los opositores querían regenerar este partido, apostando por la clase obrera, por su capacidad de retomar el camino de la revolución y de hacer limpieza. La oposición recuperó toda una parte del partido. Para el congreso de 1927, presentó un programa que contenía una serie de reivindicaciones para el fortalecimiento de la clase obrera y ponía en primer plano la lucha contra el comportamiento burocrático, proponiendo medidas para el retorno de la democracia en el seno del partido. En respuesta, la burocracia detuvo a los activistas de la oposición y los envió a campamentos.

Mientras tanto, en la Internacional Comunista dominada por el partido ruso, la burocracia se había impuesto a los militantes sin la experiencia revolucionaria del bolchevismo, cuidando de purgar sistemáticamente cualquier elemento que pudiera simpatizar con las ideas de Trotsky.

Los trotskistas soviéticos se quedaron a solas para representar al movimiento comunista revolucionario. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Stalin decidió exterminarlos, ya que seguían siendo una amenaza mortal para la burocracia. Al asesinarlos, rompió esa cadena humana de continuidad que iba de Marx a ellos, haciendo lo que la burguesía no había logrado hacer. Noske había asesinado a Rosa Luxemburg y a Karl Liebknecht, pero no había conseguido eliminar a todos los que se habían pasado al lado de la revolución rusa.

Es difícil apreciar el capital político que representaban. Deportados y encarcelados en campos estalinistas, su determinación de luchar hasta el final fue inquebrantable. Incluso durante este último periodo, en sus debates políticos, que requerían una organización clandestina en toda la URSS, abarcaron todos los acontecimientos internacionales. Y, sobre todo, tenían como líder a Trotsky, con su capacidad de ser una dirección revolucionaria para la clase obrera.

Para separar a estos hombres de su líder con mayor seguridad, Stalin había expulsado a Trotsky de la URSS una década antes. Trotsky había estado en contacto con el resto del movimiento obrero mundial. Pero los partidos comunistas estalinistas lo persiguieron, junto con todos los que lo ayudaron. Algunas personas de estos partidos se dirigieron a él. Y los jóvenes militantes, en su mayoría intelectuales, se unieron a él, dispuestos a enfrentarse a los métodos mafiosos de los estalinistas. Pero no estaban ni de lejos al nivel de los militantes de la Oposición de Izquierda en la URSS.

Trotsky intentó recrear con ellos los partidos revolucionarios. Pero estos trotskistas, que decían ser parte de su lucha, nunca lograron construir organizaciones basadas en la clase obrera. Permanecieron en un medio no obrero, influenciados por ideas pequeñoburguesas. Trotsky luchó contra esta influencia pequeñoburguesa y sobre la necesidad de encontrar una forma de vincularse con los trabajadores.

En 1938, creó la Cuarta Internacional. Sólo Trotsky seguía encarnando el pensamiento revolucionario. Luego, desde el otro lado del mundo, Stalin lo hizo asesinar. Con su desaparición, después de la de los miles de trotskistas soviéticos, la Cuarta Internacional quedó aniquilada, destruida físicamente.

Nuestra tendencia política: reimplantar las ideas trotskistas en la clase obrera

Nuestra tendencia nació de militantes que querían unirse a la lucha trotskista en España durante la revolución pero que se detuvieron en París durante 1936. Entonces, separados efectivamente del resto del movimiento trotskista por la guerra, se pusieron a construir un grupo en Francia en base a las ideas de Trotsky y con la idea de que era fundamental establecerse en la clase obrera.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, el movimiento trotskista disperso por la guerra quiso reunirse. Los camaradas de nuestra tendencia estaban dispuestos a hacerlo, siempre que se discutiera un punto importante. Al principio de la guerra, buena parte de los trotskistas franceses se había hundido en el chovinismo al defender la idea de que era necesario, contra el ejército alemán y la colaboración, apoyar a la fracción de la burguesía "que piensa en francés". El resto del movimiento trotskista simplemente se negó a discutirlo. Y eso alejó a nuestros compañeros de esta reunificación.

Incluso aparte, nuestros camaradas pensaron que podían demostrar que, a pesar del cordón sanitario del PCF en torno a la clase obrera, era posible ganar cuadros de la clase obrera, y mostrar la importancia de este trabajo de implantación. En 1947 se produjo la huelga en la fábrica Renault de Billancourt, dirigida por Pierre Bois, militante de este grupo, que formó un comité de huelga contra el aparato hegemónico de la CGT. Esto obligó a este aparato a extender la huelga a todo el recinto de Renault. Y los ministros comunistas, obligados a apoyar la huelga, fueron excluidos del gobierno. A pesar de ello, los dirigentes del resto del movimiento trotskista ignoraron por completo esta prueba. Estaban a la cabeza de la Cuarta Internacional fundada por Trotsky, habían recuperado su herencia, y eso les bastaba.

Tampoco buscaron nunca echar raíces en la clase obrera. La división de hecho se convirtió en una división política. Tanto más cuanto que justificaron teóricamente su renuncia, alegando que debido a la hegemonía del PC en las fábricas era necesario ganar a las “capas periféricas del proletariado”. Teorizaron mucho para justificar todas sus renuncias. Uno de los dirigentes de esta Cuarta Internacional, Pablo, llegó a teorizar la necesaria disolución de las organizaciones trotskistas en los partidos estalinistas.

Para justificar su alineamiento con Mao, teorizaron que la revolución campesina china podría ser el equivalente a una revolución proletaria. China se convirtió a sus ojos en un nuevo Estado socialista "degenerado", para demostrar que, a pesar de su oportunismo, mantenían las palabras de Trotsky. También vieron Estados socialistas degenerados en las democracias populares de Europa del Este o en la Argelia independiente. Una de las peores consecuencias fue que llegaron a la conclusión de que era necesario renunciar a crear organizaciones trotskistas en esos países.

A pesar de ello, intentamos mantener relaciones con el resto del movimiento trotskista, del que nos consideramos una tendencia. Pero siempre nos enfrentamos a la misma arrogancia engreída de después de 1945. Justo después de 1968, miles de jóvenes trabajadores habían descubierto las corrientes revolucionarias a la izquierda del PC, pero no comprendían esta multiplicidad. Nuestra tendencia hizo entonces una propuesta al conjunto de la extrema izquierda, ya fueran trotskistas, maoístas o anarquistas, para crear un “partido revolucionario”, que aglutinara a todas estas tendencias, y que fuera un polo de atracción. Ninguna organización de extrema izquierda tenía el tamaño necesario para ser un polo de este tipo, pero todas juntas podían hacerlo. Esta rara oportunidad, que podría haber permitido a los trotskistas llegar a miles de jóvenes trabajadores, se perdió. Los antecesores del NPA dejaron de lado esta propuesta. Su éxito con la juventud estudiantil les hizo pensar que ellos solos se estaban convirtiendo en un partido importante. Y ello a pesar de que su público no iba más allá del ámbito estudiantil.

Nuestra tendencia buscó contactos internacionales con el resto del movimiento trotskista. Estábamos dispuestos a realizar intercambios de activistas, incluso con grupos que no militaban en nuestras bases, para conseguir experiencia y tratar de entender las diferentes situaciones. A mediados de los años 80, cuando Lutte ouvrière y la Liga Comunista Revolucionaria habían realizado campañas electorales conjuntas, fiestas conjuntas y reuniones conjuntas de células de empresa, el Secretariado Unificado propuso que Lutte ouvrière se uniera a la Cuarta Internacional como organización observadora. Pero el mero hecho de decirles lo que pensábamos de su política anterior les hizo cerrar la puerta.

Siempre nos encontramos con la misma actitud por su parte: "Únete a nosotros... pero primero, deja de criticar.” Pues no. Estamos dispuestos a discutir pero no a callar, ni a decir lo que no pensamos. No somos sectarios y lamentamos la fragmentación del movimiento trotskista como una debilidad. Pero también sabemos que la causa fundamental de esta debilidad es la ausencia de asentamiento en la clase obrera.

28 de mayo de 2022