La esperanza no está en la resignación, tampoco en la violencia destructora

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Textos del semanario Lutte Ouvrière - 3 de julio de 2023
3 de julio de 2023

La muerte del joven Nahel, 17 años, en Nanterre, sólo puede indignarnos. ¿Acaso no había otra manera de detener el coche que dispararle una bala en el pecho al conductor? ¿A qué vienen las amenazas tipo “dispáralo” por parte de un policía? De no haberse grabado la escena, hubieran disfrazado la ejecución de legítima defensa, como suele ocurrir en la mayoría de los casos.

Esta vez, tenemos la prueba en imágenes de que los policías no tienen reparo en matar, con lo cual restablecen la pena de muerte, a veces por delitos menores. Sólo basta con escuchar la reacción de algunos sindicatos policiales para entender que, a sus ojos, la vida de un joven de un barrio popular no cuenta.

Este dato lo han asumido los jóvenes de los barrios, porque ellos aguantan cada día los controles y reflexiones racistas, las discriminaciones a la hora de encontrar un trabajo o una vivienda.

Ven cómo se les condena a apañarse sin dinero, entre trabajos interinos y mal pagados, mientras que los jóvenes de la burguesía tienen las relaciones necesarias y una carrera garantizada. También son testigos de cómo a sus propios padres les rompe la espalda y les arruina la salud un trabajo mal pagado que no les deja en paz hasta que se queden en el paro.

Por lo que, sí, hay jóvenes, niños, que viven con la rabia en el corazón. Una rabia que los lleva a no respetar nada, meterse en tráficos e incluso amargándole la vida al barrio. Esta rabia es la que acaba de estallar en violencia ciega tras la muerte de Nahel.

La rabia destructora que ha golpeado algunos barrios provoca consternación y desconcierto, a veces incluso ira. ¡No sin motivo! Al final no son los burgueses quien pierden en columnas de humo su coche, su restaurante pijo o su campo de golf, sino que son las mujeres y los hombres de las clases populares quienes se encuentran sin su centro social, sin la tienda para la compra, sin transporte para ir al trabajo.

Los actos de quienes han pasado varias noches destruyendo cualquier cosa a su alcance, es decir, el centro de vacaciones al que estaba inscrita su hermana pequeña, o el autobús sanitario al que iba su madre a que la cuiden, demuestran una terrible falta de conciencia. También han participado pequeños traficantes, a los cuales ya les da igual poner en peligro la vida de los vecinos del barrio.

¡No debe triunfar la rabia ciega! Sin embargo, ¿quién está para expresar la revuelta de la juventud y darle una salida, una perspectiva? ¿Quién se opondrá a la política del gobierno? ¿Quién impondrá a la policía respeto? ¿Quién combatirá a la gran burguesía que se ahoga en riquezas y cada día se hace más voraz?

La revuelta destructora de la juventud es la consecuencia de la falta de organización de la clase trabajadora, su falta de combatividad y de politización. Los propios jóvenes serán parte del bando de los trabajadores, en tanto que obreros, repartidores, almacenistas, carretilleros, camareros o cocineros. Son puestos de trabajo que ya cubren sus propios hermanos y hermanas, sus padres. Por lo que nos toca a nosotros, trabajadores y trabajadoras, enseñarles el camino.

Organizándonos y luchando por que nos respete la gran patronal, así como la policía y la justicia, seremos un ejemplo para los jóvenes, al mismo tiempo que cuestionaremos todo el orden social, puesto que no tiene sentido esperar que mejore la policía o la justicia.

Detrás de la policía y la justicia están las leyes de la burguesía. Determinan que los trabajadores y sus hijos serán explotados por los más ricos. Legitiman la desigualdad. Permiten a un gobierno como el de Macron robarnos dos años de jubilación. ¡Otorgan todo el poder a una clase de parásitos capaces de matar a su padre y su madre por aumentar los beneficios!

En materia de pillaje y destrucción, los jóvenes de los barrios nunca llegarán al nivel de la gran burguesía, que está dispuesta a aplastar a medio mundo, a destruir el planeta, explotar la humanidad y fomentar guerras.

La violencia está en el corazón de nuestra sociedad, podrida y carcomida por las injusticias. Sólo alcanzaremos paz y justicia cuando le quitemos a la gran burguesía los mandos de la sociedad. Construiremos un mundo verdaderamente justo cuando las mujeres y los hombres que están en la base de la producción estén en el poder ellos mismos, y organicen la sociedad para satisfacer las necesidades de toda la población.

Editorial de los boletines de empresas Lucha Obrera del 3 de julio de 2023

Nathalie Arthaud