En 2024, los motivos de esperanza residen en la lucha de los trabajadores por cambiar el mundo

Imprimir
Textos del semanario Lutte Ouvrière - 8 de enero de 2024
8 de enero de 2024

El año 2024 comenzó como terminó el 2023: con el sonido de los cañonazos y de las bombas en Ucrania y Gaza. Con los gritos de desesperación de las víctimas, empezando por los palestinos de Gaza, que siguen contando sus muertos y se ven abandonados al frío y el hambre.

En la península coreana, 2024 comenzó con 200 proyectiles de artillería norcoreanos apuntando a la frontera marítima entre las dos Coreas. El líder Kim Jong-un es adepto de las fanfarronadas sin mañana. Pero, ¿cómo no preocuparse cuando el mar de China se ha transformado en un teatro de confrontación entre Estados Unidos y China, un rival económico al que hay que derribar?

¿Cuántas otras regiones están asoladas por conflictos armados que obligan a millones de personas a huir y morir de hambre, como en la República Democrática del Congo y Sudán?

El ruido de las botas se oye en Guyana, antigua colonia británica de Sudamérica. Allí, Venezuela desafía a Estados Unidos y Gran Bretaña por el derecho a asaltar las inmensas reservas de petróleo del Essequibo.

Los horrores, las guerras y los sufrimientos se multiplican sin fin a la vista, amenazando al mundo entero con una nueva guerra mundial. ¿Será provocada por la extensión de la guerra que Israel libra contra el pueblo palestino, que parece una limpieza étnica? ¿La provocará una escaramuza entre China y Taiwán? ¿O una escalada de la guerra en Ucrania?

Nadie puede decirlo, pero los líderes mundiales nos están llevando hacia un estallido general. Y se están preparando para ello, como demuestra el tono marcial del discurso de Nochevieja de Macron llamando al país a "rearmarse". Y no se trata solo de un deseo, ya que ha duplicado el presupuesto de armamento desde 2017.

Llevar a cabo guerras es parte del trabajo de los dirigentes burgueses. Son una extensión de la guerra económica que sus trusts capitalistas libran entre sí para controlar las materias primas y las cadenas de producción y asegurarse los mercados a escala global. Sean cuales sean las justificaciones aducidas, las guerras son la expresión militar de rivalidades económicas para mantener o conquistar la supremacía económica.

La esperanza de un futuro sin guerra ni explotación recae enteramente en nuestro bando, el de los trabajadores. La esperanza está del lado de los pueblos que luchan y se rebelan desde que existen la explotación y la opresión. Los trabajadores han cambiado repetidamente el curso de la historia con sus levantamientos y revoluciones sociales.

La única fuente de esperanza es que nosotros, como trabajadores, recuperemos la conciencia de nuestra fuerza colectiva y de nuestra capacidad para cambiar la sociedad.

Ante la marcha de un mundo tan disfuncional y amenazador, es fácil sentirse impotente, sobre todo cuando se lucha con mil y una dificultades cotidianas, como es el caso de la inmensa mayoría de los trabajadores. Pero las lacras que están llevando a la humanidad a la barbarie y los ataques a nuestras condiciones de vida tienen la misma causa fundamental: el sistema capitalista, que consiste en acumular el mayor capital privado posible a través del mercado y la competencia.

Los belicistas son los mismos que orquestan nuestra explotación cotidiana, los bajos salarios y el saqueo de las arcas del Estado en beneficio de la clase capitalista. Pueden decidir enviarnos al matadero por los intereses de la burguesía, del mismo modo que ya nos piden que nos sacrifiquemos en el altar de sus sacrosantas ganancias.

Los capitalistas y sus secuaces políticos detentan este poder en virtud del capital y los medios de producción que monopolizan. Pero ellos no hacen funcionar la sociedad. Quienes sí lo hacen son los trabajadores.

Somos nosotros, los obreros, los empleados y los técnicos, quienes poseemos los secretos de la producción, la construcción, la organización del trabajo, las reparaciones, el cuidado, el agua y la electricidad... Incluso cuando se trata de hacer la guerra, el gobierno depende de nosotros. ¿Quién sino los trabajadores pueden diseñar, producir, transportar y manejar armas? Sin trabajadores, no puede haber guerra.

Trabajemos, pues, para que en 2024 renazca la conciencia de que los trabajadores representan una fuerza social, que pueden y deben arrebatar el poder de las manos de la burguesía y sus políticos. ¡Es nuestra única opción para ofrecer un futuro a la humanidad!

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 8 de enero de 2024