En 2024, una sociedad para cambiar de arriba abajo

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Textos del semanario Lutte Ouvrière - 1 de enero de 2024
1 de enero de 2024

Para inaugurar el nuevo año, es difícil brindar por la paz mundial sin atragantarse con las uvas, dado que la guerra y la crisis hunden cada vez a más gente en la barbarie.

En Ucrania, la "campaña de invierno" está en marcha, augurando a la población más meses de penurias. ¿Y cuántos muertos y heridos más habrá entre los soldados rusos y ucranianos en las trincheras de esta guerra entre las potencias imperialistas y Rusia, cueste lo que cueste al pueblo ucraniano?

Es también con el respaldo y la ayuda material de las grandes potencias, encabezadas por Estados Unidos, que Israel tiene vía libre para continuar la masacre en Gaza. En pocas semanas, la guerra se ha cobrado ya más de 21.000 víctimas, y Netanyahu ha anunciado que va a continuar, para aplastar a la población palestina.

Al otro lado del Atlántico, aumenta la tensión en la región de Essequibo, adjudicada a Guyana a finales del siglo XIX por las potencias coloniales y reclamada por Venezuela. El gobierno venezolano desenterró la reclamación de este territorio no sin cálculos políticos, en vísperas de elecciones, sino también por necesidad. El grupo petrolero estadounidense Exxon Mobil está abandonando el petróleo venezolano en favor de las inmensas reservas descubiertas en Guyana.

En nombre del respeto de las fronteras heredadas del reparto imperialista del mundo, Estados Unidos afirma su apoyo al gobierno de Guyana, y la antigua potencia colonial británica ha enviado un buque de guerra a patrullar frente a sus costas... La defensa de los derechos de la pequeña Guyana frente a su vecino tiene un fuerte olor a petróleo, del que los grandes grupos imperialistas seguirán acaparando la parte del león imponiendo sus condiciones.

Los mismos ingredientes están llevando el fuego y la sangre a muchas partes del continente africano donde, si no mueres por las balas, corres el riesgo de morir de hambre. Es el caso de Sudán, donde la hambruna amenaza a seis millones de personas. En la República Democrática del Congo, la guerra civil dura desde hace años en la región de Kivu, para hacerse con el rico subsuelo, incluido el coltán. Se calcula que ya han muerto seis millones de personas y casi cuatro millones se han convertido en refugiados. Y detrás de las milicias locales y de las intervenciones de los Estados africanos vecinos, siempre está el imperialismo actuando para garantizar los beneficios de las multinacionales que dependen de estas materias primas. Los efectos del calentamiento global agravan aún más la situación de millones de mujeres, hombres y niños, obligados al exilio.

La burguesía es incapaz de dominar las contradicciones de su propio sistema, y la guerra económica incesante entre las distintas potencias conduce a la guerra misma y a su generalización. Es a este precio al que los mercados financieros hacen descorchar el champán a finales de año, con las bolsas mundiales acumulando máximos históricos y Françoise Bettencourt Meyers, la heredera de L'Oréal, coronada "mujer más rica del mundo", con una fortuna personal de más de 100.000 millones de dólares.

Aquí, los trabajadores no pagan todavía el precio de la sangre, sino el precio de una vida cada vez más difícil, de esperanzas truncadas, de salarios que apenas bastan para mantenerse a flote y de condiciones de trabajo cada vez más duras.

Macron puede intentar vendernos el sueño de los Juegos Olímpicos, pero las proezas de los atletas no llenarán las neveras y las infraestructuras construidas por valor de miles de millones para estos grandes juegos no darán cobijo a los miles de niños, mujeres y hombres obligados a dormir a la intemperie.

Los trabajadores no encontrarán razones para esperar el futuro en el "orgullo francés" de Macron, ni en las promesas de sus rivales políticos, todos ellos respetuosos con el sistema dirigido por los capitalistas.

Hoy, como ayer, los motivos de esperanza para los oprimidos residen en su propia fuerza, en su capacidad para plantar cara a sus explotadores.

La clase obrera, cuyo trabajo es el motor de toda la sociedad, no está condenada a sufrir, a ver cómo sus condiciones de vida se arruinan por los beneficios de los capitalistas. No está condenada a ser dividida según el tipo de contrato, el color de su piel o su nacionalidad. No está condenada a enviar a sus hijos a ser traspasados por los intereses de los poderosos.

Al recuperar la conciencia de su fuerza, y las ideas comunistas revolucionarias, los trabajadores no tienen nada que perder salvo sus cadenas, y todo un mundo que ganar. Estas palabras de Marx son nuestra mejor perspectiva para el futuro.

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 1 de enero de 2024