Para hacernos aceptar cada vez más sacrificios, Bayrou se extiende en los medios de comunicación explicando que, con una deuda de 3,3 billones, el país estaría al borde de la quiebra.
Bueno, ya que hablamos de grandes cantidades de dinero, ¡recordemos algunas verdades! Sí, la deuda se ha disparado entre 2017 y hoy. Pero en 2017 había 39 milmillonarios y hoy hay 145. En cuanto a la fortuna de los 500 más ricos, se ha duplicado hasta alcanzar un total acumulado de 1,1 billones de euros.
Las arcas públicas se han vaciado y las cajas fuertes de la gran burguesía se han llenado, ¡y no es una casualidad del calendario!
No contentos con prosperar explotando a los trabajadores, los grandes accionistas han vaciado las arcas del Estado con la complicidad de Macron y sus sucesivos gobiernos. Las ayudas estatales a la patronal se estiman en más de 211 000 millones de euros al año. ¡Y estas ayudas no se han traducido en aumentos salariales, contrataciones o inversiones!
Las arcas del Estado se han vaciado para llenar las de la gran patronal, los financieros y los grandes accionistas, en lugar de financiar los hospitales o la educación. Esto ya es indignante, pero cuando además un primer ministro nos explica que los trabajadores son responsables porque no trabajan lo suficiente, los enfermos porque se cuidan demasiado, los desempleados porque no encuentran trabajo lo suficientemente rápido y los jubilados «boomers» porque han vivido la buena vida, ¡es simplemente insoportable!
Estos ataques no cesarán cuando Bayrou se vaya, ni siquiera cuando Macron se marche, porque esta guerra social es la condición de existencia de la gran burguesía. Lo es tanto más cuanto que los capitalistas se enfrentan a una competencia y una guerra económica cada vez más feroces a escala mundial.
Por sus beneficios, sus mercados y su dominio, la clase capitalista es capaz de matarnos en el trabajo y destruir el medio ambiente. También nos está embarcando en una nueva guerra mundial, que está preparando intensamente. Todos los partidos que se preparan para derrocar a Bayrou y pretenden proponer un presupuesto más justo si llegan al poder, el PCF, LFI (parti de Mélenchon), PS o RN (extrema derecha de Le Pen), están de acuerdo en malgastar miles de millones en aviones Rafale, submarinos de combate o tanques de asalto. Más allá de la supresión de dos días festivos, hay muchas otras amenazas que se ciernen sobre nosotros.
Sin embargo, no hay razón para resignarse a este futuro cada vez más bárbaro. La crisis económica, política y moral en la que se hunde la sociedad es responsabilidad exclusiva de una clase, la burguesía. Pues bien, hay que combatirla oponiéndose a sus ataques, a su poder y a su sistema, es decir, ¡apuntando a su derrocamiento! Es desde esta perspectiva que los trabajadores deben retomar el camino de la lucha colectiva, y este comienzo de curso nos ofrece la oportunidad de debatirlo ampliamente.
Los trabajadores han decidido aprovechar la convocatoria de movilización del 10 de septiembre, lanzada en las redes sociales, para expresar su enfado, aunque muchos desconfían, con razón, de las recuperaciones. Porque no se trata de sacar las castañas del fuego a políticos que solo aspiran a ocupar el lugar de Bayrou para golpear también a los trabajadores.
Por su parte, las confederaciones sindicales, que temen como a la peste las movilizaciones que se les escapan, no han convocado una movilización nacional para el 10 de septiembre y han decidido hacerlo para el 18. De este modo, crean un factor adicional de vacilación y división y demuestran, una vez más, que no están dispuestas a comprometerse en una lucha decidida para defender los intereses vitales de los trabajadores. No merecen más nuestra confianza que los políticos.
Pero nada de esto debe llevar a los trabajadores a quedarse como meros espectadores. Al contrario, debemos actuar dotándonos de los medios para controlar nuestra lucha dirigiéndola nosotros mismos. Esto será posible si organizamos nuestros propios comités de lucha que permitan a todos los trabajadores, sindicados o no, definir colectivamente sus reivindicaciones y elegir a sus representantes, su estrategia y sus acciones.
Una cosa es segura: solo aquellos que luchen podrán esperar ser escuchados. Y para ello, los trabajadores disponen de un arma mucho más poderosa que todas las peticiones en línea, los boicots y los bloqueos: la huelga. Es esta fuerza colectiva la que teme la gran patronal y es esta fuerza la que la clase obrera debe redescubrir para lanzarse a la lucha.
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 1 de septiembre de 2025