1976, Vitoria ¡Vitoria, hermanos, nosotros no olvidamos!

Julio-Agosto de 2021

En marzo, hizo 45 años del asesinato en Vitoria de 5 trabajadores por disparos de la policía franquista. Los trabajadores estaban en el interior de una iglesia, San Francisco, realizando una asamblea general. La policía había rodeado el templo, disparó botes de humo por los ojos de buey e hizo salir a la multitud por la puerta central. Al salir en tromba fueron tiroteados. Los trabajadores estaban en huelga general por sus reivindicaciones de empresa. Aun hoy en la prensa es difícil encontrar referencia a estos sucesos. Es más, en Vitoria se ha construido un Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo en el cual no están incluidos los asesinados por las fuerzas del orden, entre ellos los obreros de Vitoria. No es casual esta ocultación de la memoria obrera.

En 1976, la clase obrera de Vitoria protagonizó una lucha tremenda. Seis mil huelguistas durante dos meses, cientos de asambleas, manifestaciones y encierros, tres huelgas generales en la ciudad, cinco obreros asesinados y decenas de heridos de bala. Otros dos asesinados en Tarragona y Basauri, cuando la indignación se expresó en las calles, y medio millón en huelga en el País Vasco el día ocho.

En el invierno de 1976 más de un millón de trabajadores estaban en lucha. Las cuencas mineras asturianas, la construcción en Valladolid, la metalurgia en Valencia y Barcelona, el cinturón industrial y los servicios en Madrid o los astilleros de Gijón estaban en conflicto. Sin embargo, fue en Vitoria donde cristalizó la huelga general a partir de las fábricas en huelga. Quizás en ningún otro momento se estuvo tan cerca de una situación de huelga general en todo el país: masiva y prolongada.

La masacre de Vitoria fue consecuencia del miedo del Estado a las huelgas protagonizadas por la clase trabajadora que respondían a una organización asamblearia y de comités elegidos en las asambleas que coordinaron todas las empresas de la industria alavesa. De tal forma que Fraga Iribarne, ministro de Gobernación en ese momento y fundador del Partido Popular, se refirió a ella en términos literales al «soviet de Vitoria» En sus propias palabras lo de Vitoria “había que aplastarlo porque estaba dirigido por dirigentes que manipulaban a la clase trabajadora y eran pequeños soviets que se estaban gestando y había que extinguirlos…”

Entonces empezó la Transición. Según Alfonso Osorio, Arias Navarro le dijo personalmente: “O hacemos el cambio nosotros, o nos lo hacen”. Martín Villa, entonces ministro de Relaciones Sindicales del gobierno y responsable directo de la represión contra el movimiento asambleario de trabajadores, dijo: “La izquierda es la que enarbola la bandera de la democracia. Nosotros nos limitamos a traerla.” Es decir, la democracia que mantuviera en pie el sistema capitalista y su Estado.

El PCE hegemónico en CCOO, que todavía era un movimiento asambleario y no un sindicato, estaba más interesado en obtener representación en el nuevo régimen y en sus pactos que organizar la solidaridad obrera y la huelga general. Por otra parte, la inexistencia de un partido obrero real con núcleos de militantes en las empresas impidió que las luchas se generalizaran. Además, la política izquierdista de los grupos que se reclamaban revolucionarios sustituía los deseos por la realidad e impidió un trabajo periódico, serio, humilde, en la clase obrera que hubiera permitido por los menos salvar y trasmitir las ideas revolucionarias a las siguientes generaciones obreras.

Sin embargo, la lucha siempre paga. Las movilizaciones de Vitoria consiguieron todas sus reivindicaciones: se redujo la jornada hasta las 40 horas efectivas, se rompieron los topes salariales y se implantaron las comisiones representativas y las asambleas de fábrica.

La huelga de Vitoria nos enseña que la solidaridad obrera, la generalización de las luchas si son protagonizadas directamente por la clase obrera puede avanzar en la conciencia de clase, superar el marco reivindicativo y marcar reivindicaciones que vayan más allá del marco actual. Es decir, un programa de lucha y reivindicativo que sea la transición hacia una sociedad socialista y en manos de las y los trabajadores.