¡Por el rearme político del mundo del trabajo!

Imprimer
Textos del semanario Lutte Ouvrière - 22 de enero de 2024
22 de enero de 2024

Macron ha hecho de 2024 un año marcado por el rearme. "Rearme de la economía", dice, "rearme del Estado", "rearme cívico" ¡e incluso "rearme demográfico"! Este tono marcial no es sólo un efecto de estilo. El gobierno quiere preparar al país, y a los jóvenes en particular, para la guerra.

El ejército se prepara activamente para ello. Desde febrero de 2022, fecha de la invasión rusa de Ucrania, recluta en todos los frentes, multiplica su publicidad para atraer a los jóvenes prometiendo mil y una ventajas.

Las empresas de armamento se preparan para ello. Macron reafirmó recientemente que quiere pasar a una "economía de guerra". Y Lecornu, el ministro francés de las Fuerzas Armadas, cree que estamos en el buen camino para conseguirlo. Muy satisfecho de sí mismo, explica que la producción de cañones, aviones de combate y vehículos blindados se está acelerando. Y se felicita de que las fábricas Dassault, que a principios de 2023 producían un Rafale al mes, tripliquen ahora esa cifra.

El gobierno es incapaz de relanzar la construcción de viviendas, abrir guarderías o garantizar la presencia de médicos o camas de hospital en todo el país. La RATP (compañía de transporte público parisina) es incapaz de contratar y formar personal para prestar un servicio al 100%. Muchos trenes TER (trenes regionales) están totalmente colapsados. Pero ¡vamos a tener misiles teledirigidos y cazas Rafales en abundancia!

Además de los preparativos materiales, el gobierno quiere preparar al país moralmente. Porque ninguna guerra puede librarse sin el apoyo de la población o sin coacción. Esto es lo que preocupa actualmente a Macron y a sus colaboradores: el "rearme cívico".

Con el pretexto de inculcar valores colectivos a los jóvenes, se les enseñará La Marsellesa, a ser posible con uniforme, para que canten a pleno pulmón "que la sangre impura riegue nuestros surcos". Se les enseñará el respeto a la jerarquía, la obediencia a los dirigentes y el amor a la bandera a través del Servicio nacional universal.

Pero las lecciones morales no van dirigidas sólo a los jóvenes. Los discursos sobre la necesidad de redescubrir el sentido del patriotismo y el espíritu de sacrificio son omnipresentes. Los periódicos y los políticos se preguntan: "¿Y qué haríamos si Francia fuera atacada? ¿Qué sacrificios individuales estaríamos dispuestos a hacer?

En un programa de televisión, un antiguo Ministro de Educación francés, Luc Ferry, lamentó que "la gente ya no esté dispuesta a morir por la nación" como en 1914-18, cuando, dijo, "¡400.000 niños estaban dispuestos a morir en el Camino de las Damas para arrebatar una colina a los alemanes!".

En realidad, estos jóvenes campesinos y obreros fueron obligados a morir por nada. Muchos de ellos acabaron amotinándose, rechazando lanzarse al ataque.

Frente a esta propaganda, recordemos las palabras de Anatole France tras la Primera Guerra Mundial: "Creéis morir por vuestra patria, pero morís por los industriales".

Todas las guerras que nuestros gobiernos califican de guerras justas ocultan luchas de poder por el reparto de las riquezas. Esto es tan cierto de la guerra en Ucrania como de la guerra de Israel contra los palestinos.

En estas guerras, el bando occidental se presenta como un árbitro imparcial que sólo busca restablecer la paz y la justicia, mientras que Rusia, China o Irán estarían en un ataque de locura imperialista. ¡Cinismo e hipocresía!

Para asegurar su dominio colonial y luego imperial, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia no han cesado de enfrentar a unos pueblos contra otros, como hicieron en Palestina, de trazar fronteras artificiales en todo el mundo, de instalar gobiernos a su antojo o de derribar regímenes considerados inmanejables.

Estas maniobras han llevado el fuego y la sangre al continente africano donde, si no mueres por las balas, corres el riesgo de morir de hambre. Este es el orden justo e intangible de las grandes potencias.

Las bombas de relojería colocadas por doquier por los actuales amos del mundo amenazan ahora con estallar bajo la presión de la crisis y la exacerbación de las rivalidades capitalistas.

Ante la amenaza de una tercera guerra mundial, los trabajadores debemos rearmarnos políticamente. En otras palabras, ser conscientes de que no debemos ser carne de cañón en guerras cuyo único objetivo es asegurar la supremacía de tal o cual amo capitalista.

Nuestros propios dirigentes, pilares de este orden bárbaro, forman parte de los belicistas. ¡Es contra ellos y su dominación que tenemos que aprestarnos a hacer la guerra!

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 22 de enero de 2024