Durante el circo parlamentario, la ofensiva de los capitalistas continúa

Stampa
Textos del semanario Lutte Ouvrière - 27 de octubre de 2025
27 de octubre de 2025

No ha hecho falta mucho tiempo para confirmarlo: la «suspensión» de la reforma de las pensiones es una estafa. Las generaciones nacidas en 1964 y 1965 ganarán tres meses de pensión y un trimestre de cotización, y luego la reforma continuará.

Y además, los trabajadores con carreras largas quedan excluidos de la suspensión con el pretexto de que la reforma Borne les habría beneficiado. «No se puede esperar tener el queso y el postre», declaró con desprecio un alto funcionario. Para los ricos, todos los días es un menú de tres estrellas, con aperitivo y digestivo incluidos, pero para un trabajador que empezó a los 17 o 18 años, ¡jubilarse un poco antes sería un privilegio!

Hay que ser muy canalla, como los dirigentes del PS y algunos líderes sindicales, para presentar este juego de manos como «una gran victoria para los trabajadores».

Esta maniobra no tenía otro objetivo que permitir al primer ministro Lecornu presentar el presupuesto de lucha contra el mundo laboral que exigen los mercados financieros.

A los jubilados se les congelarán las pensiones y se les eliminará la deducción del 10 % sobre sus ingresos. Los enfermos sufrirán una duplicación de las franquicias médicas y numerosas desgravaciones. Se congelará el salario de los funcionarios, es decir, los empleados territoriales, los profesores y los trabajadores hospitalarios, y se suprimirán numerosos puestos de trabajo en los servicios públicos. A esto habrá que añadir sin duda la congelación de la escala impositiva, la de las prestaciones sociales y una multitud de recortes que se esconden en la letra pequeña de este presupuesto patronal.

Es cierto que desde hace una semana los diputados se agitan pretendiendo modificar el texto. Con el lema «detenedme o haré una desgracia si no introducís una pizca de impuestos a los ricos», el PS amenaza con censurar. Luego negocia entre bastidores con el Gobierno, que a su vez no quiere molestar a la derecha. 

Más allá de sus posturas, todos los partidos que compiten por gobernar, incluidos LFI y RN, que han votado a favor de la censura, comparten el mismo respeto por los intereses de los capitalistas. Todos repiten que hay que «mejorar la competitividad de Francia», lo que equivale a poner el presupuesto del Estado a disposición de la burguesía francesa.

En este periodo de crisis y guerra comercial que amenaza con convertirse en una guerra sin más, los capitalistas solo conocen una forma de aumentar la competitividad: atacar las condiciones de vida de los trabajadores, suprimir puestos de trabajo, intensificar el trabajo de los que quedan y bajar los salarios.

Mientras los parlamentarios discuten, grupos multimillonarios como Michelin, Stellantis o ExxonMobil cierran fábricas con todas las consecuencias que ello conlleva para los subcontratistas, los proveedores y los trabajadores temporales. Antes del verano, la CGT había contabilizado 381 planes de despido en curso en el país. Se están destruyendo decenas de miles de puestos de trabajo en la industria química, la automoción, el comercio, la gran distribución y la construcción. A esto hay que añadir las 65 000 quiebras de pequeñas empresas en el último año. 

En total, cientos de miles de trabajadores están perdiendo su medio de vida. Ven cómo se desploman sus recursos, mientras que los precios, empezando por los de los alimentos, siguen disparándose. La larga lista de quienes se ven obligados a contar cada euro para vivir sigue creciendo.

Y mientras tanto, los beneficios de las empresas baten récords. Las cotizaciones bursátiles se disparan. El número de milmillonarios se multiplica. Esto lo explica todo. Para asegurar la fortuna de un puñado de familias cada vez más ricas, quienes producen toda la riqueza, quienes hacen funcionar toda la sociedad día tras día, son explotados aún más, mal pagados o despedidos.

No se trata de una ley eterna ni de una fatalidad. Es el resultado de la lucha de clases que libra la burguesía con una aguda conciencia de sus intereses.  

Para defender sus condiciones de vida, es decir, el derecho de todos a un empleo con un salario que permita vivir dignamente, los trabajadores no tendrán más remedio que emprender la lucha contra la clase capitalista sin esperar a un salvador supremo. Juntos tienen la fuerza necesaria, porque son indispensables para que la máquina económica funcione. 

Pero para ello deben recuperar la conciencia de formar una misma clase, unida más allá de sus empresas, sus estatutos, sus orígenes e incluso sus fronteras. Una clase poderosa capaz de dirigir la sociedad en lugar de la clase capitalista, que la está llevando al precipicio. 

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 27 de octubre de 2025