Israelíes y palestinos, en la trampa sangrienta creada por el imperialismo

Print
Textos del semanario Lutte Ouvrière - 9 de octubre de 2023
9 de octubre de 2023

Oriente Medio es la imagen de un mundo sometido a la dominación imperialista de la burguesía: un inmenso infierno. Después de Irak y Siria, la guerra vuelve a encender Israel y Gaza, amenazando a toda la región con una nueva conflagración.

Esta situación es el fruto de las maniobras de las potencias imperialistas, en el siglo pasado, cuando repartían el mundo trazando fronteras como garantía de su hegemonía. Entonces Oriente Medio, rico en petróleo, era objeto de su codicia.

Es así como los palestinos y los inmigrantes judíos se encontraron en medio de un campo de batalla. Los primeros vivían bajo la dominación británica, que ya venía a cuestionar la potencia estadounidense. Lo segundos llegaban a la región huyendo de los pogromos antisemitas o los campos de exterminio.

Había espacio para ambos pueblos. Sin embargo, los falsos protectores de la región no hicieron nada para favorecer la coexistencia. Todo lo contrario: usaron un pueblo contra el otro, para mantener su influencia.

En 1948, los Estados Unidos respaldaron la creación de Israel como Estado judío. Los palestinos fueron echados en masa, convertidos en refugiados de por vida en campamentos sobrepoblados o en ciudadanos de segunda en Israel. Los israelíes se convirtieron en los guardianes de esa prisión.

Los palestinos fueron despojados de sus tierras, expulsados de sus casas y encerrados, en particular en esa cárcel a cielo abierto, Gaza. Los dos millones de gazatíes son condenados colectivamente mediante un bloqueo que les impone unas condiciones de vida insoportables, cuando no ven sus edificios bombardeados directamente por el ejército israelí. Semejante política tiene un nombre: el terrorismo de Estado.

En ambos bandos, las políticas nacionalistas han contribuido en llevar al poder a los más extremistas. En Israel, Netanyahu gobierna ahora con los ultranacionalistas religiosos y racistas. Su gobierno ha intensificado la colonización de Cisjordania, agravado las medidas de apartheid y animado a las milicias de extrema derecha a que aterroricen a los palestinos.

Al terror de Estado israelí, el Hamás opuso una política que lleva a los palestinos a un callejón sin salida, prueba de un menosprecio total ante la vida no sólo de los civiles israelíes, sino también la de su propio pueblo, los palestinos de Gaza, que vuelven a sufrir el infierno de los bombardeos. Además, los habitantes no tienen otra, porque el poder de Hamás se ejerce de forma dictatorial.

Es cierto que el Hamás ha unido a muchos palestinos detrás de él, porque es la única fuerza en ofrecer una salida a la rebeldía de la juventud palestina. Pero la política de Hamás, igual que la de Netanyahu, sólo puede ampliar la brecha de sangre entre los dos pueblos.

Los pasados 75 años de políticas nacionalistas por ambas partes, desde las más moderadas hasta las más extremistas, han llevado a la situación actual. Demuestran que un pueblo que oprime a otro no puede vivir en seguridad, ni ser un pueblo libre.

Lo trágico es que los peores nacionalistas se ven animados por el clima bélico que provoca la guerra de Ucrania y los discursos de los dirigentes imperialistas. Lo vemos en Azerbaiyán, en Nagorno-Karabaj y en Kosovo, donde se enfrentan albaneses y serbios.

¡Contra esa evolución catastrófica, hay que afirmar que los pueblos diferentes, con idiomas diferentes y diferentes costumbres y religiones, pueden vivir juntos! Lo hicieron muchas veces en los siglos pasados.

Para lograrlo, es preciso combatir a los dirigentes actuales de la sociedad, y ante todo a la burguesía imperialista que monta a los pueblos los unos contra los otros. Divide y vencerás, ésa es la base de su política de dominación. ¡No nos dejemos llevar!

Ni los pueblos ni tampoco los trabajadores tienen interés en las divisiones. Comparten una misma aspiración a vivir en paz. Tienen que encontrar un modo de entenderse, y es posible porque todos tienen una vida de labor y explotación. Nuestros dirigentes nos unen en la explotación, ¡no dejemos que nos dividan!

Por todas partes hay trabajadores opuestos a sus gobiernos, como aquí. Asemejar al pueblo palestino a la política del Hamás, identificar a los israelíes con la política de Netanyahu y los colonos sería tan estúpido como decir que todos los franceses están detrás de Macron.

En Israel, suele pasar que trabajadores palestinos e israelíes trabajen juntos. Tienen que recuperar la consciencia de sus intereses comunes. Sólo esta fraternidad de clase podrá crear el impulso capaz de superar el odio acumulado durante las décadas de enfrentamiento.

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 9 de octubre de 2023