El partido que quiere la LCR

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abril 2008

Texto propuesto por la mayoría. Adoptado por el 97% de los delegados presentes en el Congreso.

La LCR parece comprometida en un importante cambio organizacional del que no podemos decir si va a acabar o no.

Incluso si consideramos que su tentativa, visto lo que es, sería una buena cosa en el panorama político actual si se consigue, en lo que nos concierne estamos en desacuerdo fundamental con lo que quiere hacer.

En efecto, este no es el tipo de partido que esperamos crear. Queremos crear un partido apto para participar en la caída de la sociedad capitalista y en la edificación de otra sociedad económica, construida sobre la base del alto nivel de productividad alcanzado por el capitalismo pero con otro modo de apropiación y de repartición de los productos de esta economía.

Estamos convencidos que no se puede reformar esta sociedad sin despojar a los propietarios privados de los grandes medios de producción, de las sociedades financieras, de los bancos y compañías de seguros, de la extracción de materias primas, para hacerlas propiedades de la colectividad. Sólo esta expropiación puede permitir otra regulación de la economía distinta del capitalismo, o sea, esta hace intervenir esencialmente las "leyes" del mercado, aunque estén algo embotadas por las intervenciones de los Estados o por las reacciones de las clases populares.

Esto significa que además de la colectivización y de la estatización, hace falta una planificación de la economía, con una centralización más o menos importante según los niveles y los casos, cuya escala pueda ir de una región a un continente, incluso al mundo entero. Hoy los ejemplos son numerosos de producciones, de campos de la economía o de relaciones entre los hombres donde una racionalización a escala mundial es indispensable y podría ser ya perfectamente realizada, si no fuera por los enfrentamientos de intereses de los grandes grupos económicos que luchan, con gran destrucción de los productos del trabajo humano.

Podemos citar entre otros, el campo de las telecomunicaciones y los intercambios de información por satélite. Esta regulación sólo puede ser mundial, pero cada trust de telecomunicaciones obstruye el cielo con sus ramos particulares de satélites que, un día u otro, van a plantear problemas, cuando no es ya el caso. Podríamos añadir el tráfico aéreo transcontinental y transoceánico, la meteorología, con la previsión no sólo del tiempo sino de terremotos, o la gestión racional de ciertos recursos naturales como los bosques, las aguas, la pesca, el petróleo, el carbón o hasta la producción de electricidad.

Desde luego, no se trata de empujar la centralización hasta el límite, sino de hacerla posible.

Esta será la única revolución que permitirá acceder a una sociedad mejor. Una sociedad socialista o comunista, donde los hombres serán liberados de la explotación del hombre por el hombre, de la moneda, y donde los progresos de la productividad servirán para liberar a la humanidad de una gran parte del trabajo productivo y no simplemente para aumentar los beneficios de los trusts y de los carteles que se sirven de estas masas monetarias para especular, provocando periódicamente crisis catastróficas para las clases populares.

Aunque los objetivos del partido que la LCR quiere construir estén detrás de las palabras "anticapitalista", "anti-liberalismo" o todas las que sean similares, es

una forma para la LCR y algunos otros, de decir todo lo anterior con un vocabulario nuevo y moderno. Pero el simple hecho de no atreverse, antes sus militantes y miembros de este partido, a llamar al pan pan y al vino vino y a una revolución comunista a llamarla por su nombre, es en sí una manera de apartarse o de hacer apartar a sus militantes del objetivo. O peor, de no orientarlos conscientemente hacia tal objetivo. Porque, en el momento de una crisis social, raramente hay mucho tiempo para escoger las vías que hay que seguir, que no son siempre evidentes.

Si los miembros del futuro partido que quiere construir la LCR no tienen que afirmarse o considerarse marxistas, esto da la espalda a las ideas fundamentales que preceden. El marxismo es reemplazar el capitalismo por el colectivismo y el mercado por una planificación de la producción y de la repartición y, desde luego, sería sólo para permitir la expropiación de los capitalistas. Desconocer u olvidar lo que es el marxismo es también dar la espalda a la idea de que para reemplazar el aparato de Estado de la burguesía hace falta otro tipo de Estado y que las concepciones de Marx reposan en el papel preponderante que sólo el proletariado puede jugar, no sólo en su construcción, sino también en su control gracias a su lugar geográfico ya que es la clase popular más concentrada en los centros neurálgicos.

Pero según los dirigentes de la LCR parece ser que nadie sabe lo que significa "revolucionario"; por ello este término se debatiría dentro de su organización. Por supuesto, un partido revolucionario no necesita para serlo colocar la palabra "revolucionaria" en su nombre. Ningún partido importante de la Primera, de la Segunda o de la Tercera Internacional tenía esta palabra en su nombre. Pero en sus objetivos, en sus estatutos, para sus militantes, la noción de revolución social era siempre indispensable.

Nadie sabe lo que significa el leninismo, es decir, lo que Lenin aportó, la concepción de un partido revolucionario apto para ayudar al proletariado a tomar el poder y que concibe una nueva forma de Estado susceptible de reemplazar el Estado de la burguesía tal como existe ahora en todos los países desde hace dos siglos. Pero, justamente, uno de los objetivos de un partido es enseñarles a sus miembros lo que está olvidado y no echar tierra sobre estos olvidos. Y enseñar no quiere decir solamente dar cursos, sino sobre todo reclutar a militantes que conocen bien estas ideas y las aceptan de antemano.

La misma cosa para el trotskismo. ¡Más nadie sabe lo que significa ser trotskista según los dirigentes de la LCR! ¡Sea! Pero ignorarlo, es ignorar el análisis que hizo Trotsky de la degeneración estalinista y la lucha que llevó contra ella. Ignorar el análisis trotskista de esta degeneración significa posiblemente que los miembros de este futuro partido pensarán mayoritariamente que el estalinismo estuvo contenido en el comunismo y la " dictadura del proletariado " de Marx en la revolución rusa y en el leninismo, por el motivo de que históricamente estos acontecimientos se sucedieron

Ignorar y no hacer suyos todas las luchas políticas de Trotsky entre 1924 y su muerte, es ignorar todas sus críticas de la política de la III Internacional en este período y la responsabilidad de esta última en la llegada al poder del nazismo en Alemania, la más sangrienta tragedia política del siglo y, al mismo tiempo, ignorar la clarividencia de Trotsky sobre la naturaleza social del fascismo. Ignorancia que puede conducir a asimilar cualquier fenómeno reaccionario al fascismo y a quedarse desarmado y sin brújula política el día en que este fenómeno social verdaderamente surja de nuevo, por ejemplo, para determinar con quienes son posibles las alianzas, incluso indispensables, y con quienes hay que rechazarlas.

Es también ignorar o no comprender el papel del estalinismo en el fracaso de la revolución española o en la traición de la oleada de huelgas de junio de 1936 en Francia. Es ni conocer ni comprender las razones de la política nacionalista que, en el momento de la Segunda Guerra Mundial, hizo alinearse a los Partidos Comunistas de Europa, francés, italiano, yugoslavos y griegos detrás De Gaulle, Inglaterra y USA porque, aunque Trotsky ya había sido asesinado, es su enseñanza la que permitió a ciertos militantes no zozobrar en el chauvinismo y la unión sagrada.

Hay que añadir que dar la espalda a las enseñanzas de Trotsky es también ignorar la crítica que hizo de la actitud de Stalin frente a la revolución china de 1927, donde este último forzó al Partido Comunista chino a quedarse en el Kuomingtang, entregando así a los comunistas chinos a Tchang Kaï Tchek que los hizo masacrar. En esta ocasión Trotsky hizo una crítica tan desarrollada como violenta contra la política de los "frentes" que consistían no sólo en luchar, momentáneamente, al lado de otros partidos políticos contra enemigos comunes, sino también en renunciar a toda independencia política para derretirse políticamente en tal conjunto, a veces con enemigos de clase, desorientando así a la clase obrera, privándola de toda organización propia, lo que fue trágicamente confirmado en esta ocasión y en numerosas ocasiones posteriores.

Ignorar las intervenciones de Trotsky después de la matanza de los comunistas, cuando Mao emprendió su " Larga Marcha " a la cabeza de un ejército campesino, es ignorar que una revolución socialista no puede surgir del campesinado, incluso revolucionario, si falta la intervención determinante y conciente del proletariado. Lo que vemos desde hace más de cincuenta años, tanto en Asia como en América Latina, en particular en Cuba, o incluso en África es el ejemplo. Ilusiones con este propósito renacen constantemente de sus cenizas. Es por ello por lo que queremos decirnos y que todos nuestros militantes se sepan trotskistas tanto como leninistas y marxistas.

¡Por supuesto, podemos decirnos o considerarnos tales y no serlo! Es por otra parte el caso de los grupos de la IV Internacional desde hace un poco más de sesenta y cinco años, un período que sin embargo parece acabarse con el abandono fijado para estas concepciones. Pero nosotros, deseamos hacer sobrevivir estas ideas y el partido que queremos crear tiene como fin, entre otras cosas, mantenerlas y reavivarlas y no recubrirlas con el sudario del olvido.

Aunque el partido que debemos construir no necesita llevar siempre en su denominación comunista, ni revolucionario, o trotskista -lo que es nuestro caso por el momento-, en cambio es absolutamente necesario que todos los que entren en tal partido sepan lo que es un revolucionario marxista y lo sean, sepan lo que es un trotskista y lo sean. Si no, no podemos construir una organización susceptible de intervenir en una revolución social que cambiaría el mundo.

Es por todas estas razones que no puede estar en nuestros objetivos ni en nuestras convicciones participar en el partido que quiere construir la LCR.

Si decimos que deseamos que lo consiga, es por otras razones. Es únicamente porque todo el mundo no puede ser revolucionario y trotskista y porque bastante gente, jóvenes en particular, pueden tener ganas de combatir los males engendrados por la sociedad actual. Algunos se comprometen en organizaciones no gubernamentales para intervenir en los países subdesarrollados, otros lo hacen más cerca de su casa para ayudar a los sin papeles o a los desalojados, otros simplemente encolerizados por las medidas del gobierno desean oponerse a ello según sus medios. Y ya que no son revolucionarios, sería bueno que puedan encontrar una organización importante, vasta, susceptible de actuar y que corresponda a sus ideas.

Estuvimos a punto de tener ésto con Attac, que se hundió, por lo menos por un tiempo. Puede ser que lo tengamos con el partido que quiere construir la Liga. Esto sería útil en el panorama político actual donde ni el Partido Socialista ni el Partido Comunista ofrecen suficiente espacio a la juventud y a muchos de los que son menos jóvenes, pero son sensibles a los defectos de la sociedad.

Sería posiblemente un partido que se parecería al PSU (Partido Socialista Unificado) que conoció su momento de gloria cuándo la guerra de Argelia. Por supuesto, cambiando lo que habría que cambiar, porque la lucha anti-Sarkozy que predica la LCR no constituye por sí misma un programa, aunque parece contentarse con ello. Pero desde luego si la LCR consigue construir este partido, se dotará de un programa a su medida.

Es por esto que, deseando este éxito, no es lo que nosotros queremos construir y es por esto que, mirando esta tentativa con un ojo atento y favorable, nos negamos a participar en esta construcción, sobre todo como la LCR parece querer hacerlo, a través de las elecciones municipales.

Diciembre de 2007