Despues de las elecciones de marzo 2008

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abril 2008

(Textos de Voz Obrera - febrero, marzo, abril de 2008)

Elecciones marzo 2008 ¿Para qué sirven las elecciones?

A lo largo de esos últimos meses los líderes políticos han intentado hacernos promesas y convencernos de que cumplirán con ellas en los años que vienen. Pero todos los que vivimos de nuestro trabajo en empresas, en oficinas, en fábricas, en bancos o en los servicios públicos, así como los que conocemos la precariedad o el paro sabemos que las promesas electorales se esfuman. Por eso muchos trabajadores a la hora de votar se preguntan a quién votar y dudan a la hora de elegir. Unos votan al menos malo de la "izquierda" oficial, por el miedo a la derecha, otros se refugian en la abstención o en el voto en blanco. Cada vez más sectores de la población trabajadora y de izquierda no vota, y sólo lo hacen en momentos puntuales ante situaciones límite. Sabemos de la desilusión que provocan los políticos llamados de izquierda, que hablan y prometen mucho, dan algo en época de elecciones, buscan la foto y donde dije digo, digo Diego, y hasta las próximas votaciones. Al final en lo fundamental la izquierda y la derecha casi no se distinguen y nos encontramos que la única diferencia de la izquierda es su "talante" por el cual le podremos sacar algo más para el pueblo en el barrio, en la fábrica, en la asociación de vecinos.

La experiencia que tiene el mundo del trabajo de las elecciones desde hace treinta años, muestra que la papeleta de voto no sirve para cambiar a fondo la vida de los trabajadores, aunque mejoremos, siempre estaremos dependiendo del trabajo y luchando para vivir. Por esto, es en parte verdad lo que mucha gente dice que no sirve para nada, votar, que estamos sosteniendo a gente demagoga y pancista que vive de la foto y de los sillones. No obstante sabemos que el Estado, el parlamento, tanto regional como nacional, los ayuntamientos, son aparatos de poder que ejecutan presupuestos públicos, del dinero de los impuestos, que gestionan el territorio, subvencionan actividades y estabilizan la sociedad, naturalmente al servicio del gran capital. No hay más que ver cualquier obra pública o del transporte - como el AVE -, quiénes la realizan y quiénes sacan beneficio. Por eso si en la arena política de las elecciones, les dejamos a esos políticos el terreno, tendremos más de lo mismo. Sin embargo, la época electoral nos puede servir para decir lo que no queremos y lo que pensamos. Y llegado el caso, en el supuesto que hubiera una candidatura obrera y de clase, que fuera portavoz de nuestros intereses, podríamos elegir una opción contra el capital y de reivindicaciones obreras y sociales. Y es importante. Todos los que tienen la experiencia de la dictadura franquista que duró cuarenta años conocen el precio de unos derechos democráticos elementales que permiten organizarse en sindicatos y en partidos políticos. Por eso mismo las libertades públicas son uno de los apoyos, que nos pueden servir si la utilizamos para movilizarnos, y luchar por conseguir mejorar nuestras condiciones de vida y avanzar hacia derechos y reivindicaciones del mundo del trabajo.

Claro que el sistema parlamentario no establece una igualdad entre los ricos y los pobres, ni entre la patronal y la clase trabajadora. Las acciones de los banqueros pesan más que los votos: y eso vale tanto en España como en los demás países llamados democráticos de Europa, se trate de repúblicas como en Francia o en Italia o de monarquías como es el caso en Bélgica o en Gran Bretaña. El parlamentarismo capitalista, o esta democracia basada en el mercado capitalista, se basa en un engaño: se dice que elegimos a nuestros representantes y que estos pueden cambiar la sociedad con sus leyes. Pero esto no es verdad, como comprobamos año tras año. Lo que no se dice es que durante los 4 años del mandato no tenemos control, ni su revocación del cargo. Lo que no se dice, es que el límite de la libertad, de la democracia está en el mercado, en el poder del dinero, de la bolsa, las multinacionales, los terratenientes y del capital financiero. Y este estado de cosas no podrá cambiar hasta que la propiedad privada de estos medios productivos sea eliminada, expropiada por los trabajadores, es decir, hasta que no estén colectivamente en manos de los trabajadores y la sociedad, que los gestionen y controlen democrática y colectivamente.

En nuestra sociedad, no todo depende del gobierno y del Estado

Claro que existen diferencias entre los dirigentes políticos de los diferentes partidos, e inclusive dentro del mismo partido. Pero todos tienen en común llevar a cabo una política que sirve los intereses de la gran patronal.

De todo lo que se produce en nuestro país en un año y que los economistas lo miden por el PIB (Producto Interior Bruto), el Estado y sus instituciones gestionan un 11,5% directamente, fundamentalmente por medio de los impuestos. El resto - esto es las inversiones, los beneficios y los salarios..., toda la producción, distribución y consumo de mercancías - es controlado, dirigido, planificado por las grandes empresas y el capital financiero, propietarios de los medios de producción y bajo un solo objetivo fundamental: aumentar sus beneficios, ganar dinero.

En 2006 el 42,1% del PIB eran los beneficios, la plusvalía generada por el mundo del trabajo y apropiada por la burguesía. Una burguesía que no llega a las 270.000 personas y que posee un patrimonio individual de más de 500.000 euros, de ellos sólo 4000 tienen como mínimo más de 10 millones de euros cada uno. En total poseen medio billón de euros, la mitad del PIB de España. En un país donde hay más de 18 millones de asalariados, 2 de ellos en paro y más 8 de jubilados. Son las clases sociales, una minoría de millonarios y capitalistas que vive del trabajo colectivo de la mayoría.

Las 35 empresas más poderosas de España con un capital de más de medio billón de euros, cotizan en bolsa en un índice especial, llamado Ibex 35 y dominan más de la mitad del PIB, controlando todos los resortes del mercado. Es un estado de cosas, por otra parte, mundial, más de un tercio del PIB mundial lo poseen las 100 más grandes empresas del planeta.

Estas grandes empresas capitalistas tienen nombres concretos de la burguesía, esos 4000, que las posee. Son, en España, EmilioBotín del Banco de Santander, EmilioYbarra de Vocento ligado al BBVA, las hermanas Koplowits de FCC, Isidoro Álvarez de El Corte Inglés, Amancio Ortega de Inditex (Zara), César Alierta de Telefónica, Juan Abelló, Florentino Pérez etc., y algunos más, forman una oligarquía burguesa que dominan los consejos de administración de las grandes empresas nacionales ligados al gran capital mundial. En sus consejos de administración están presentes en poder de los grupos capitalistas más importantes y conectados entre sí. Los bancos, las multinacionales, las grandes familias capitalistas y sus empresas forman una red que dominan a través de sus negocios la vida económica, pero también la sociedad y a través de los políticos el Estado.

Y hay muchos otros capitalistas, más anónimos, como lo son las sociedades que dirigen, y que poseen casi toda la economía del país. Son ellos los capitalistas, por lo tanto, que deciden todo lo esencial. Pueden crear o cerrar empresas, deslocalizarlas, despedir al 10% o al 50% de sus asalariados, a veces a millares de ellos. También pueden decidir que todos los contratos sean precarios, con los salarios mas bajos posibles. Las leyes y las Constituciones se los otorgan y su potencia financiera se los permite imponerlo.

A través de este poder controlan, además, toda vida política, social y cultural del país. Sus medios de comunicación, la industria cultural, determinan los gustos, las modas, los personajes famosos, quiénes salen y no salen "en la foto". Dos grandes trust de la comunicación controlan casi toda la producción de información y entretenimiento a través de la prensa, radio y Tv. Nos referimos al grupo Prisa de la familia Polanco con el periódico El País, el Grupo Z y Vocento editores del ABC y detrás de estos grupos dos grandes bancos el Banco de Santander y el BBVA que controlan estos medios de comunicación .

Finalmente financian los partidos políticos, compran a políticos, legal e ilegalmente. Sólo con los créditos bancarios para las elecciones, a devolver con intereses y con dinero público según el número de votos, pueden determinar ya las políticas futuras y ese 11% del PIB, que son impuestos. Por esto los márgenes de actuación de los políticos son estrechos y limitados. Esta sociedad "democrática" es la Democracia de los negocios y la libertad acaba donde empieza la propiedad privada y los consejos de administración del gran capital.

Para todo lo que concierne las condiciones sociales y sobre todo las condiciones económicas, los presidentes de las republicas, los jefes de gobierno o los diputados no tienen influencia decisiva sobre la sociedad. Los Botín y cía. que dirigen realmente la sociedad son los que ejercen sobre ella, una verdadera dictadura, por su poder. El poder económico de una minoría sobre la mayoría trabajadora.

Son los trabajadores, los que hacen funcionar la sociedad

En efecto, no se tiene que olvidar que, si el gran capital posee la economía y la puede dirigir, son los trabajadores manuales e intelectuales los que la hacen funcionar. Son ellos los que producen las riquezas. Son ellos los que producen y distribuyen la electricidad. Sin los trabajadores, los transportes se paran y toda la economía. También son ellos los que hacen funcionar los bancos. Son trabajadores y no los ministros los que ponen en marcha y mantienen el aparato de Estado. Sin olvidar el comercio y los servicios, la producción agrícola y ganadera y la extracción de todas las riquezas del subsuelo.

Por todo aquello se puede decir todavía, y quizás más que nunca que los trabajadores forman una clase social por su lugar que ocupan en la sociedad y en la producción. Un lugar que significa vivir de su trabajo por un salario. Una clase social explotada, es cierto, porque produce colectivamente más, que el dinero que le paga la empresa. Concentrada en sus lugares de trabajo, en sus barrios, culta, apartada actualmente del poder político, pero que representa una fuerza social cuando se organizan y luchan por la defensa de sus intereses, que la burguesía, la patronal y los gobiernos temen.

Cuando los millones de asalariados que trabajan en un país como España, dejan de trabajar todo se para. Y si es verdad que la dirección de una empresa puede amenazar tomar sanciones o pedir la ayuda del estado o de las autoridades locales para romper una huelga aislada, es otra cosa cuando se trata de un movimiento general que paraliza el conjunto de la economía. Ya que ni la policía, ni el ejército pueden remplazarlos.

Todas las ideas imperantes en la sociedad, que se trasmiten a través de los medios de comunicación, la educación y el sistema de enseñanza, las fiestas y tradiciones, explican el mundo en que vivimos ocultando que el trabajo, la fuerza colectiva de los productores, es la base que define la realidad social. Por el contrario son los grandes empresarios y ricos, famosos y gente de la farándula, dirigentes y responsables políticos, en suma, gente "importante" los que aparecen como realizadores de todo lo que existe. Este gran engaño se realiza también en el mercado, todo es una mercancía, todo se compra y se vende y en una apariencia de igualdad se oculta que la producción es colectiva, de miles de personas que trabajan en cooperación, mientras que el producto que fabrican o el servicio que realizan aparece como si fuera algo individual, bajo el nombre de una marca y el poder del patrón. Y todo al servicio del lucro, del beneficio de unos pocos.

La clase trabajadora no puede vivir más que a condición de buscar trabajo, y éste se encuentra en nuestra sociedad capitalista en la medida que alimenta e incrementa el capital en manos de la burguesía. Por eso la clase trabajadora lucha contra la patronal y burguesía desde el mismo instante de su existencia. Es un conflicto social inevitable pues el capitalismo vive de la explotación del trabajo. Y ahí radica la fuerza de los trabajadores, la burguesía no puede sobrevivir sin explotar a la mayoría de la sociedad, a los trabajadores y cada vez a más personas, nacional e internacionalmente.