El 19 de junio, por primera vez en Colombia, un candidato de izquierdas, Gustavo Petro, ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales contra el multimillonario Rodolfo Hernández, un "Trump colombiano".
Este éxito se basa también en el carácter de la candidata a la vicepresidencia, Francia Márquez, una abogada feminista y ecologista, afrocolombiana de origen modesto.
La primera vuelta de las elecciones presidenciales estuvo marcada por la eliminación de Federico Gutiérrez, candidato de la derecha apoyado por el presidente saliente. Esto ya fue una derrota dolorosa para un clan que se ha quedado con el poder durante mucho tiempo. Estos políticos corruptos, serviles a la gran burguesía y al imperialismo, han sido incapaces de frenar la crisis económica y los crímenes de los narcotraficantes. Sus vínculos con las bandas les llevaron a sabotear el proceso de reinserción de los guerrilleros de las FARC a la vida civil desde 2016. Finalmente, la pandemia ha matado al menos a 140.000 personas en un país de cincuenta millones.
Gustavo Petro tiene un pasado lejano como guerrillero, que sus opositores de derecha y ultraderecha no han dejado de criticar, pero desde entonces ha sido diputado de 1991 a 1994 y de 1998 a 2006, senador de 2006 a 2010 y desde 2018. Se ha ganado la reputación de hombre honesto y, como alcalde de la capital, Bogotá, ha parecido preocuparse por los problemas de la población.
Petro ha recibido el apoyo de todos los partidos de izquierda y ha generado un verdadero entusiasmo al anunciar el "cambio real". Lo prometió - ¡ante un notario! - un programa de emergencia para el acceso al agua potable y a los alimentos, ya que muchas personas de este país rico en agricultura pasan hambre. También promete el acceso gratuito a la universidad, buenos sistemas de salud y de pensiones, el respeto a los derechos de las mujeres y de los homosexuales, una transición ecológica, el fomento del turismo y de la agricultura nacional.
Sin embargo, Petro ya ha anunciado que su reforma agraria no privará "a los propietarios de su riqueza y sus bienes". Y, como acaba de ser elegido, ha tendido la mano a sus oponentes. Por el momento, los dos presidentes conservadores salientes, Uribe y Duque, les siguen el juego.
En la primera ronda, una banda realizó un "paro armado", tomando una región como rehén, impidiendo el transporte y las actividades, para recordar que es su territorio. Es seguro que si Petro pretende avanzar en la dirección de las promesas anunciadas, encontrará resistencia. Los partidos al servicio directo de las clases dominantes y del imperialismo nunca han tenido reparos en utilizar la fuerza contra sus oponentes. Incluyendo la eliminación física de los candidatos de la izquierda por los sicarios de las clases dominantes en 1948 y 1990. Esto se hacía antes de las elecciones, pero aún puede hacerse después. Durante la campaña, Petro celebraba sus mítines detrás de unos antibalas transparentes. En 2019 y 2021, las huelgas nacionales contra la reforma fiscal fueron duramente reprimidas.
Petro ya sabe que será obstaculizado por los partidos que fueron expulsados de la presidencia, ya que dominan el Congreso y seguramente frustrarán sus reformas. Los rumores de golpe de Estado han acompañado toda la campaña.
Para Estados Unidos, defensor inquebrantable del régimen y de sus abusos durante décadas, no es cuestión de que este país escape a su control, ya que es una pieza clave de su política hacia la Venezuela de Maduro. Petro dice que quiere restablecer las relaciones diplomáticas con Venezuela.
El futuro dirá qué camino tomará Petro y hasta qué punto intentará aplicar siquiera una parte de su programa electoral. Pero es cierto que sólo una movilización de la clase obrera y de las masas campesinas pobres para defender sus propios intereses podrá acabar con la dictadura social de la burguesía, con el poder de las bandas en algunos departamentos y con el peso del aparato militar-policial.