La patronal francesa y los políticos llevan tres semanas denunciando a Shein, la plataforma comercial especializada en particular en ropa barata.
Por supuesto que Shein explota a trabajadores, probablemente a niños, para producir sus baratijas, y siempre que gane dinero, está dispuesta a vender cualquier monstruosidad posible. En el capitalismo, no es la excepción: es la regla. ¡Y no es especialidad de los chinos!
La campaña contra Shein no cuestiona la explotación y la codicia de una clase capitalista destructora, sino que su objeto es denigrar la competencia china y agrupar a los consumidores (que también son trabajadores) detrás de sus capitalistas muy franceses. Al final, nos impondrán nuevos impuestos, ya que el gobierno y la Unión Europea están preparando aranceles nuevos sobre los pequeños paquetes.
Con el desprecio clasista que acostumbran los dirigentes dan lecciones de moral a los clientes de Shein, tachados de consumidores egoístas y compulsivos, culpables de la caída de la industria textil nacional y el cierre de tiendas. ¡Como si las familias populares no preferirían vestir ropa de calidad, si tuvieran con qué! ¡Como si les gustara alimentarse con productos baratos y contaminar con sus coches viejos!
Parece que los capitalistas, quienes lo deciden todo, no son responsables de nada, mientras los trabajadores, quienes nunca pueden opinar, son culpables de todo. Sin embargo, la realidad es muy sencilla: si la patronal y los políticos quieren evitar que los consumidores busquen precios bajos, ¡que suban los salarios y pongan el salario mínimo encima de los 2000 euros!
¡Cuánta hipocresía! La cuestión del desempleo y los cierres de tiendas no los preocupa. Hay 450 expedientes de despidos en curso ahora en Francia, y cientos de miles de puestos de trabajo en jaque. No los ha decidido Shein, sino la patronal de nuestro país, tipo Michelin, Stellantis, Valeo etc., con la complicidad de los políticos a su servicio.
A ver, ¿quién ha convertido China en la gran fábrica del mundo, si no han sido nuestros capitalistas, para explotar allí a trabajadores más pobres y pagarlos menos? Resulta que de esta manera cerraron sus fábricas y convirtieron regiones enteras en desiertos industriales. Y ahora lamentan la competencia “desleal” … ¡pero fueron los primeros a aprovecharse, y siguen haciéndolo!
Los niños, mujeres y hombres que se matan trabajando en su máquina de coser, en Asia, cobrando sólo lo mínimo para sobrevivir, no sólo trabajan para Shein, sino también para otras marcas que encontramos en las tiendas de H&M, Pimkie, Kiabi, Celio… Carrefour y Decathlon tienen proveedores en Bangladesh cuyos trabajadores cobran 100 euros mensuales, o sea menos aún que sus compañeros chinos. Además, ambas empresas están bajo sospecha de lucrarse con el trabajo forzoso en Sinkiang.
Y respecto a las plataformas comerciales, no sólo Shein, Temu y Alibaba tendrían que cambiar sus prácticas: también e-Bay, Amazon o Leboncoin, así como todas las redes sociales, en donde armas y droga están en venta, y donde los traficantes reclutan a sus sicarios.
La campaña contra China no debe tomarse a la ligera. Forma parte de una feroz guerra comercial en la que, en todos los países, los trabajadores están siendo sometidos a una presión aún mayor, se ven cada vez más precarios y empobrecidos en nombre de la competitividad.
El proteccionismo que nos venden los políticos no para la guerra comercial, todo lo contrario. Basta con ver cómo Trump utiliza el “made in America” para aplastar a sus competidores. Y esta escalada proteccionista constituye un paso más hacia la guerra, sin más.
Hoy en día, nos presentan a los chinos como competidores desleales y la supuesta “invasión china” está en la portada de los periódicos. ¿Cuándo pasarán a ser nombrados “enemigos”?
¡No nos dejemos engañar! Esa campaña no tiene que ver con ecología o derechos humanos, ya sean de los trabajadores o de los niños. Sólo aviva una propaganda proteccionista mentirosa y peligrosa para la clase trabajadora.
Por muy patriotas que parezcan, los capitalistas sólo tienen una patria, y es su cartera. Quieren montar a los consumidores contra las empresas chinas para defender sus intereses propios, ¡que no los nuestros! Y quizás mañana, en nombre de dichos intereses capitalistas, nos metan en una guerra contra China.
El arma de los trabajadores es el internacionalismo, o sea la idea de que más allá de las fronteras, los trabajadores chinos, bangladesíes, franceses, etc., tenemos el mismo enemigo: la clase explotadora mundial.
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 17 de noviembre de 2025