La política arancelaria de Trump, arma de guerra imperialista

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Abril de 2025

La política de Donald Trump de imponer aranceles a productos y mercancías producidos fuera de EEUU está desequilibrando la economía mundial y los capitalistas competidores de otras áreas como la UE, echan chispas de indignación y temor, con este nuevo proteccionismo económico que, según periodistas y economistas, va a echar al traste la economía internacional.

Está más que claro que el proceso de mundialización capitalista ha llegado a sus límites y el imperialismo norteamericano ante la imposibilidad de mantener el crecimiento económico y sus beneficios, han apostado por imponer su guerra comercial y como se dice en los medios, “geopolítica”, que no es más que la vieja política imperialista de imponer sus intereses mediante la amenaza. En concreto, la Unión Europea (UE) mira con preocupación la imposición el próximo miércoles 2 de abril de los aranceles en el llamado “día de la liberación” por la casa blanca.

En realidad estamos asistiendo a una de las guerras comerciales imperialistas por el reparto del mundo, la imposición de sus capitalistas sobre mercados y países en una feroz competencia para salvar y aumentar las ganancias empresariales. La guerra de los aranceles, como algunos la llaman, no es más que la política empresarial de los capitalistas más poderosos del planeta para mantener sus ganancias y ha sido una constante histórica del capitalismo desde su nacimiento.

Son los intereses y beneficios empresariales los que dictan, según conveniencia, el proteccionismo o el librecambismo. En el siglo XIX el imperialismo inglés adoptaba la libertad de comercio para eliminar la competencia cuando hubo desarrollado su industria. Por el contrario, el proteccionismo se adoptaba cuando necesitaban desarrollarla o proteger a sectores agrícolas como ocurrió en Gran Bretaña con la Leyes cerealistas entre 1815 y 1846 o en EEUU en el periodo de 1870 a 1890 de la llamada edad dorada.

¿Qué hay detrás de esta política arancelaria?

Para aumentar los beneficios de un sector económico y apoyar al sector empresarial del momento, se impone un impuesto a esas mercancías que se producen fuera del país en cuestión. Por tanto un arancel, tariff en inglés, es un impuesto a las importaciones que grava con una cantidad fija o un porcentaje las entradas de productos extranjeros. Esto naturalmente termina siempre por encarecer el producto.

Será el consumidor quien acabe pagando dicho sobre coste. En otras ocasiones, el importador del producto puede pagar parte del arancel manteniendo los precios o repartirlos con el consumidor final bajando los beneficios. En todo caso, el producto importado costará más y si no tiene alternativa nacional los consumidores dejarán de comprarlo. Por ejemplo, las aceitunas y el aceite de España o Italia se sustituyen por otras grasas cuándo el aceite dispara su precio; otra salida es plantar olivos para producir aceite, pero esto ocasionaría una inversión de capital, mano de obra etc., que encarecería durante años el producto.

En el caso de la industria norteamericana esta se ha internacionalizado y toda la cadena de suministros también. Así, por ejemplo, el automóvil se fabrica en varios países con costes de mano de obra baja debido a que la tecnología permite abaratar los procesos y eliminar procesos de aprendizaje del obrero.

El caso de la industria textil es paradigma de esto. En consecuencia si Trump, como dice, quiere potenciar su industria necesita crear las condiciones de esa mano de obra barata para poder volver a producir en su país. Esto no va a suponer volver a “América Grande” (Make America Great Again), su lema de campaña, sino explotar más a sus trabajadores. También con estas medidas impondrán menos beneficios empresariales extranjeros que tendrán que repercutir sobre su clase trabajadora para mantener los beneficios y precios competitivos. Por ello, es un arma del imperialismo norteamericano para imponer a sus capitalistas sobre el resto y disminuir el abultado déficit comercial con el exterior.

Déficit, dicho sea de paso, que mantiene al dólar como moneda internacional de pagos al ser Estados Unidos el país que más consume del exterior.

Aunque ahora estén hasta en la sopa de los medios, en realidad los aranceles no son algo nuevo bajo el capitalismo, como decimos, y no solo lo practica EEUU sino todos los estados actúan igual para ayudar a “sus” capitalistas ante la competencia feroz que hay hoy día, por supuesto también los estados europeos. Son los Estados al servicio del capital. Por supuesto, siendo la economía más fuerte, EEUU se ha convertido en el campeón del proteccionismo en la actualidad.

Estas medidas muestran que la competencia se está intensificando. Pero también dan fe de una interdependencia cada vez más avanzada del gran capital y los Estados burgueses a su servicio. Esta ha sido una tendencia general del imperialismo desde sus orígenes, que se ve reforzada por la crisis y la amenaza de guerra.

El parasitismo del gran capital se ve claramente en el hecho de que el sector privado absorbe una parte cada vez mayor de los recursos estatales. Los Estados financian al sector privado invirtiendo en su lugar mientras que la apropiación de los beneficios sigue siendo privada. Y esta es la gran contradicción que solo los trabajadores, con una lucha organizada, pueden resolver.